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Detrás de las diarias comedias de enredos judiciales, con
tanta difusión de los periodistas militantes del Poder, se concretan las
verdaderas acciones de este gobierno. Las maniobras distractoras de la realidad
se valen de jueces, fiscales, abogados denunciadores seriales, panelistas
televisivos, economistas mantenidos por la banca y los propios funcionarios del
ejecutivo.
Mientras el grueso de la población discute sobre bolsos
voladores, cuentas bancarias inexistentes, cajas fuertes enterradas o coimas
pagadas con cheques; mientras inundan las redes sociales con infamias sobre
quienes opinan diferente; mientras “timbrean” en domicilios con cámaras adentro;
mientras estigmatizan a gremialistas honestos; mientras todo eso pasa por las
pantallas miserables de la dominación cultural, lo que de verdad interesa desfila
por detrás nuestro, como un elefante en un bazar, haciendo añicos cada derecho
ganado.
Es el caso de la deuda inconmensurable tomada con el
desparpajo propio de quienes no tendrán que pagarla. O el desmantelamiento del
Fondo de la ANSES, ahora sí utilizado a expensas de los jubilados, presentes y
futuros. O el vaciamiento de Aerolíneas, para empoderar a su propia empresa aérea.
O la degradación del sistema educativo, conducido hacia una privatización
encubierta por discursos hipócritas sobre calidad educativa. Y mucho más.
La frutilla del postre ha sido la fusión del Grupo Clarín
con Telecom. Mostrada como la asociación de dos simples almaceneros de barrio,
esta unificación prácticamente monopólica de las comunicaciones está
demostrando, en la práctica, quien manda en nuestro País (aunque lo de “nuestro”,
sea solo temporal).
Ahora todos debieran comprender por qué los funcionarios prefieren
exponer en los estudios de TN, antes que en el Senado o Diputados. Lo
verdaderamente importante se cocina en esos estudios, debajo de esas luces que
enceguecen al televidente, allanando el camino hacia el dominio absoluto del manso ciudadano de a pie, que adhiere gozoso a
las mentiras que ocultan al elefante neoliberal que destruye sus sueños.
Tal vez ahora, cuando encuentre cerrada su fábrica, recuerde
cuanto trabajó para hacerla crecer; o cuando se suba a un tren recuerde quien
hizo posible su renovación; o cuando abra la puerta de su casa, recuerde que antes
no la tenía; o cuando no pueda completar el carrito en el súper recuerde lo que
valía su salario; o cuando vaya a un surtidor con su auto recuerde
cuando pudo comprarlo.
Después, cuando ya no tenga trabajo, no pueda viajar ni en
colectivo, tenga que alquilar, deba
privarse de comidas, y ya no tenga el auto y mucho menos con el tanque lleno, deberá
recordar, imprescindiblemente, las sinrazones y los odios inútiles que lo
condujeron hacia allí. Y retomar el perdido camino de la construcción colectiva
y solidaria de un futuro que ahora parece tan, pero tan lejano.
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