Por Roberto Marra
“La vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser...” Ese es el estigma del mediopelo, acostumbrado quejoso de lo que vive, nostálgico de lo que imagina que vivió, padeciente insufrible de lo que vendrá. La culpa (ajena) es su paradigma de sobrevivencia. Señalar responsables populistas su máxima capacidad de análisis político. Navegar en las redes maltratando ideales que no les permitan realizarse como “oligarcas” de bolsillo, es su función social predilecta. Opinar a los gritos y sin fundamentos, es su manera de sobresalir entre pares. Estigmatizar a quienes están un escalón abajo de su rango económico, es su forma de sentirse poderoso. Ningunear a los mendigos, es su satisfacción predilecta, la cumbre de su engreído delirio de grandeza inexistente. Agachar la cabeza ante los poderosos de verdad, terminará siempre siendo su final en la estúpida carrera hacia el vacío existencial que lo empuja “cuesta abajo en su rodada”... de cobarde sin destino.





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