viernes, 30 de junio de 2017

ABUELOS DE LA NADA

Imagen de "El Catolicismo"
Por Roberto Marra

Hay una costumbre generalizada entre los funcionarios que actúan en áreas vinculadas a los adultos mayores, a quienes llaman con el falsamente cariñoso término de: “abuelos”. A partir de allí, comienzan las conocidas peroratas sobre lo mucho que lamentan las condiciones que padece este sector etario de la sociedad, para lo cual no tienen mejores ideas que… quitarles los pocos derechos que todavía conservan.
Repiten descaradamente consignas de campañas tramposas e ignoran las realidades miserables en las que sumergen a los viejos con sus “ajustes”, hechos a la medida de lo que los dueños del Mundo les soliciten. Para continuar en el camino al sumidero social al que nos empujan, destruyen uno a uno los avances logrados a fuerza de décadas de luchas de los trabajadores, que ven ahora un porvenir jubilatorio sin júbilo alguno, más bien como un recodo de la ruta de la vida hacia una muerte cada vez más temprana.
Al asco visceral que produce ver y escuchar a semejantes estafadores morales ejerciendo el falso papel de dolientes y preocupados por los “abuelos”, se agrega la función payasesca de la cohorte de inútiles asumidos como representantes del Pueblo en el Congreso (con las valorables salvedades del caso), que miran la realidad pero no la ven o, lo que es peor, la ignoran a sabiendas, con tal de conservar sus mezquinos beneficios personales.
Los desfiles televisivos de estos funcionarios ineptos y procaces se multiplican para explicar las supuestas próximas medidas protectoras, que los compungidos conductores solicitarán entre lágrimas de cocodrilo por los padecimientos de quienes no les interesa más que el rating que les puedan dar.
Nunca faltarán allí las presencias de anteriores funcionarios que sí cumplían con sus deberes, invitados para señalarlos como culpables de todos los males actuales, sin permitirles más que balbuceos de sus defensas, antes de defenestrarlos con los altisonantes discursos moralistas de los perversos genocidas al comando de los sistemas de la ya casi inexistente protección social.
Habrán de ser los propios viejos quienes puedan hacernos emerger de este laberinto de dolores, que destruye sin piedad sus corazones gastados. Estamos obligados a ser, junto a ellos, los únicos posibles reconstructores de los sueños que quisieron legarnos, para no terminar como lo desean los soberbios inútiles con poder: infecundos abuelos de la nada.

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