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Heidi es el nombre del dulce personaje de una novela
infantil suiza escrita en 1880. Seguro que todos recuerdan que la bondad
extrema de esa niña logró cambiar el carácter ermitaño de su abuelo y hasta consigue
hacer caminar a una niña inválida.
Aquí, en nuestro País, tenemos nuestra propia Heidi, la
actual gobernadora de la Provincia de Buenos Aires, que logró el reconocimiento
de la población gracias a su permanente expresión de bondad y sus palabras
suaves, siempre con mensajes que parecían extraídos de un manual de autoayuda.
El correr del tiempo la puso frente a la realidad derivada
de la aplicación de sus políticas (y las de su jefe nacional), con resultados dañinos
para la economía, la salud y la educación de la “gente” de su provincia.
Entonces fue imposible ya ocultar su verdadero rostro. La furia contenida tras
ese manto de santidad falsa se dejó ver con toda su dureza, para quienes
todavía permanecían extasiados por sus angelicales miradas.
La verdad salió a flote con vergonzosos agravios contra sus
opositores políticos y contra educadores
que luchan por su dignidad. Toda su perversión, sujetada con los alfileres de
la publicidad “duranbarbista”, explotó frente a las cámaras de la “señora de
los almuerzos”, con provocaciones insólitas e invitaciones al escrache a un miembro
del Consejo de la Magistratura. Ahora es quien es, de verdad, y lejos quedó su
sonrisa de Gioconda o sus falsos chapoteos en el agua de zonas inundadas con
veredas secas.
Pero no solo de escraches vive la gobernadora. También ha
tenido y tiene la despreciable “virtud” de evitar la entrega de los kits para
embarazadas del “Plan Qunitas”, solo por haber sido implementado por el
anterior gobierno. Ha preferido guardarlos pagando fortunas, antes que entregar
esos elementos extraordinarios para la inclusión social, lo cual, evidentemente,
desprecia.
Las mentiras son parte de sus modositos discursos, como
cuando anunció un aumento de tarifas de electricidad, que resultó el doble de
lo que dijo en principio. O su permanente referencia a una provincia “quebrada”,
pero donde gasta fortunas para comidas y transporte de funcionarios, además de
sus traslados diarios en helicóptero, mientras desabastece de leche a los
comedores escolares.
Vidal es la máxima expresión de la mentira fraguada para ocultar
los planes de despojo. Un monstruo de dos caras que vino a realizar el trabajo
más deshonesto: el del engaño a los más crédulos y desprotegidos para complacer
la voracidad de los poderosos de siempre. Una Heidi al revés, sin abuelitos ni
niños felices.
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