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Justo es decir que el presidente, cuando habla públicamente,
lo hace en tonos y con palabras que parecen no coincidir con lo que quiere
expresar. Sin embargo, a veces (muy pocas, es verdad) se encuentran verdaderos
hallazgos en sus discursos, que denotan aciertos innegables.
Es el caso del discurso del Día de la Bandera, conmemorando
a Manuel Belgrano. Al referirse a este insigne patriota, dijo que había sido un
“emprendedor”, vinculándolo con aquellos trabajadores que intentan producir
valor agregado con sus propios esfuerzos individuales. Hay una verdad oculta en
esa expresión del presidente, que nadie había desentrañado con tanta certeza.
Efectivamente, Belgrano fue un emprendedor, aunque no para poner
una panadería o un taller de costura, mucho menos con trabajadores en negro. Sí
podemos asegurar que fue un hombre incansable, atento a las necesidades de la
sociedad de su época y osado pensador de su futuro, dinámico y expeditivo para
resolver situaciones límites, eficiente y celoso guardián de la ética que lo
sustentaba, industrioso y enérgico productor de ideas atrevidas pero eficaces.
Entonces, ¿tuvo razón el presidente al hablar de Belgrano,
como emprendedor? Si bien el sentido que él le dio, no era el mismo al que sí
sustentaba al prócer, esa palabra sirvió para que todos supieran, por fin, cuáles
eran los valores del creador de la Bandera y pudieran comparar con la realidad
actual. El problema para el presidente, será que ahora todos tendrán con quien
comparar las virtudes y defectos de las acciones de este gobierno.
Porque el presidente “emprendedor”
no parece incansable, sino más bien lo contrario, a estar por la cantidad de
vacaciones que ha tomado. No se lo siente muy atento a las necesidades de la
sociedad que recibió como “herencia”, más o menos pesada. Parece más bien
apático, irresoluto e incumplidor para con las obligaciones que prometió. Se lo
notó indolente y apocado para enfrentar a los acreedores rapiñeros. Y se lo ve
demasiado pasivo frente a las demandas de sus mandantes.
Dicen que las comparaciones son odiosas. Es verdad. Pero
mucho más odiosas son las medidas que han “emprendido” sus “astutos” ministros,
eficaces únicamente para elaborar el amargo pan de la miseria y cerrarnos el
tallercito que paraba la olla familiar.
Frente al Belgrano real, el enorme pensador de la Nación y
el desarrollo soberano, se nos presentan estos “salvadores” de patrias ajenas y
amasadores de fortunas propias, empobreciendo también la historia, el único
orgullo que nos queda para emprender la lucha por un futuro que,
necesariamente, tendrá a aquel patriota único, como su guía indispensable.
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