viernes, 17 de octubre de 2025

OTRO 17

Por Roberto Marra

La memoria es una gran acosadora. Es permanente este aprisionamiento de los recuerdos contra las neuronas del olvido. Es una voluntad manifiesta de no dejarnos en paz, a través del retorno cotidiano de cada huella histórica, de cada palabra y cada gesto perdurable por imposición de los cerebros porfiadamente enamorados de lo que fue vivido, o escuchado, o soñado. Una paradoja sensata, una obstinación de absurdos razonables, que nos empujan contra los muros donde se re-escribe, cada día, a pinceladas gruesas de pueblos levantiscos, los sueños convertidos en certezas de futuros siempre escurridizos, pero nunca abandonados.

Por ahí se cuela siempre el 17, ese mágico número que la quiniela agorilada nos enseña como “la desgracia”. Esa simple cifra refleja la historia consumada en un instante arraigado, que regresa cada año a recordarnos lo que somos. Esa fecha relatada de mil maneras obsesivas, con gastadas formas de rencores inacabables, vencidos siempre por los vestigios permanentes de un amor de Pueblo convencido de su origen de barro sublevado.

La historia suele pasar de la tragedia a la farsa con la misma facilidad que se abandonan las ideas que la originaron. Sucede cuando la complejidad generada por los enemigos atraviesan todas las barreras de la dignidad, las traiciones se multiplican, se borronean los recuerdos y se aplastan las realidades hasta convertirlas en papillas mediáticas fácilmente digeribles.

El odio convertido en arma sintetizadora de balazos que atraviesan sueños y deseos, construyendo derrotas que subsumen las almas necesitadas de caricias y alimentos. La brutalidad cortando el paso de la conciencia, alabando a dioses proveyentes de miserias, secuestrando la memoria en un costal de ignorancias y balbuceos de necesidades nunca satisfechas.

Esa es la red anuladora de los 17, la maldita y deshonesta parodia que carcome los vestigios del original, de ese que se aprendiera por la voz nunca derrotada de los abuelos que entonces lo trajinaron para terminar mojando sus pies en una fuente que les resarció tanta caminata, con la voz inmensa de quien se convirtiera, desde entonces, en paradigma vivo de un futuro que no pudo sostenerse para siempre.

La Patria vuelve cada 17, regresa desde esa fuente inundada de memorias y certezas, se asienta en las neuronas bombardeadas por tantos silencios y abandonos, se renueva con cada grito apasionado de un nuevo creyente de ese “dios” octubrino que no se despega de la historia cotidiana. Nada de “desgracia” tiene ese 17, nada de dolor ni oscuridad, nada de martirios ni derrotas.

Es la vida misma renaciendo en cada alma memoriosa, en cada pibe hambriento, en cada jóven constructor de futuros solidarios, en cada laburante transitando las avenidas tomadas por las muchedumbres apasionadas, renovando los cimientos de las ideas mil veces abandonadas, fabricando las nuevas herramientas que levanten rebeliones y hagan reventar las plazas de las emociones memorables. Otro 17, esa es la búsqueda, esa es la esperanza.

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