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La ambición es un sentimiento que nos moviliza a la
superación y el logro de objetivos que, a los ojos de los demás, pueden parecer
utopías, pero por los cuales nos resulta indispensable luchar. Es determinante
como motivación para alcanzar objetivos y tiene que ver con el deseo de ser
mejores. Sin embargo, es esta una palabra ambivalente que, la mayoría de las
veces, se manifiesta como avaricia o codicia.
Como todo sentimiento, dependerá de la formación filosófica
que sustente ideológicamente al individuo, para encontrar el sentido que le dé
a su ambición. Todo esto, atravesado por su inserción socioeconómica, lo cual
también le marcará la orientación y el mayor o menor grado de egoísmo de sus
deseos ambiciosos.
La sociedad, en general, mira con buenos ojos las ambiciones
de los poderosos de serlos cada vez más. La legitimidad de esas codicias se
basa en la ilusión de parecerse a ellos, de gran parte de la población. Una
ambición inútil, por la necesaria supremacía que sobre el resto de la sociedad
quiere sentir el poderoso que, si hubiera muchos, no tendría el mezquino
sentido de dominación que poseen.
Esos mismos sectores sociales, rechazan mayoritariamente las
ambiciones de quienes abrazan la política como parte de sus vidas. Lo hacen,
seguramente, por haberse visto atravesados por historias de perversos
personajes que hicieron y hacen de la política un instrumento de empoderamiento
personal y de clase. Cambiando la parte por el todo, caen buenos y malos en la
misma bolsa, denigrando así a la política, que es la esencial herramienta de
cambio y mejora social.
La construcción de este ideario la realiza el sistema
mediático de dominación, también en manos de los insaciables dueños del poder.
A través de las arengas de sus empleados comunicacionales, trazan el camino del
odio a la política, a la que denostarán a través del escarnio hacia sus mejores
exponentes, mostrados en todos los casos como corruptos e inútiles.
Después de lograr el objetivo del desprecio a la acción política
y a sus representantes más genuinos, adaptarán sus mensajes para promover a
figuras estelares del propio Poder, al rango de políticos, pero vaciados del
concepto original y virtuoso de esa palabra. Para entonces, la sociedad soñadora
de ambiciones imposibles, habrá caído en el mismo vacío al que arrojaron la
oportunidad perdida por los odios transferidos desde las siniestras pantallas
de la mentira organizada.
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