Imagen de Cómo alargar tu pena - WordPress.com |
Las definiciones tajantes, tenidas como irrefutables,
absolutas e inmodificables, forman parte de las posiciones esgrimidas por
algunos partidarios de determinados movimientos políticos, respecto a expresiones
que sus fundadores hayan tenido en sus orígenes. Cuando los creadores de esas
ideas ya no están para redefinirlas (y, tal vez, modificarlas), aparece el
dogma, rígido e intransigente, imperativo y autoritario, utilizado por sus
seguidores para intentar conservar, en apariencia, los fundamentos que los
sostienen.
Entonces se desatan los ataques difamatorios hacia quienes, abrevando
en las mismas fuentes ideológicas o filosóficas, pretenden reconstruir esos
pensamientos originarios para adaptarlos a las circunstancias históricas, políticas
y sociales que atraviese el presente. Ante eso, los pretendidos propietarios de
aquellas ideas primitivas, extenderán sus intolerancias y sectarismos hasta los
límites del fanatismo.
Para manifestar su pretendida superioridad y pureza filosófica,
sus mensajes se basarán en permanentes citas textuales de discursos o escritos
de sus líderes. Basados en ellos, intentarán demostrar supuestas oposiciones
ideológicas de quienes intenten interpretar con mayor amplitud esos conceptos
originales.
Será fácil para los dogmáticos dominar la escena, porque
contarán, indefectiblemente, con la ayuda de los reales opositores a sus ideas,
quienes desean la desaparición de la proyección al presente de las profundas
convicciones de los líderes populares de otros tiempos, sobre todo cuando
significan la segura afectación a sus intereses de dominación económica y
social.
Al convertir los pensamientos en puras estatuas, estarán
matando la riqueza esencial de toda idea, que es la posibilidad de una relación
dialéctica permanente con la realidad. Estarán tirando al cesto del olvido la
historia de la concepción de las ideas originales, ahora transformadas en
inútiles credos paganos.
Antes de darnos cuenta, los fanatizados defensores del dogma
se mimetizarán con los enemigos de los pueblos, prefiriendo el furibundo ataque
a sus adversarios internos, a desistir de sus rigideces ideológicas.
Convertidos ahora en relatores de un pasado sin relación con el presente,
acabarán como simples soldados del Poder que, en sus vanos intentos de
consolidación de la desmemoria, no alcanza a ver que la eliminación de la
historia es una tarea tan imposible, como impedir la evolución de las ideas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario