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Con la disculpa clásica de la protección del “orden” y la “libertad
de circulación”, legiones de uniformados armados hasta los dientes, arremeten
contra cualquier grupo de manifestantes que pretenda ejercer el derecho a
reclamar que protege nuestra Constitución. No están tratando de evitar
desmanes, sino de provocarlos. No pretenden calmar los ánimos, sino exaltarlos.
No es disolver las manifestaciones su objetivo, sino castigarlas.
Se trata de mostrar ejemplos. Se trata de meter miedo al
resto de la población que ve, angustiada, como se escurren de entre sus manos
los derechos adquiridos con tantos sacrificios, para traspasarlos sin vergüenza
alguna, a los poderosos y engreídos dueños de la Argentina, ahora dominadores
absolutos del aparato estatal.
La irracionalidad aparente de los uniformados, esconde las precisas
y perversas órdenes de considerar a cualquier persona como enemigo, en tanto
pretenda oponerse a sus decisiones. No importará edad ni sexo para sus ataques,
que realizarán con la saña propia de quienes se sienten liberados del respeto a
cualquier ley.
Estarán amparados, además, por un poder judicial cómplice de
persecuciones ilegales a los enemigos ideológicos de los Ceos de la Rosada, quienes se erigen como propietarios de las
vidas ajenas, apoyados por una puesta en escena mediática que termina de cerrar
el círculo de la mentira maquillada de verdad absoluta.
El camino de la deuda eterna y la acumulación ilimitada, que
están transitando con desparpajo, no tiene otro destino. La violencia será la
manera de “explicarnos” sus desatinos económicos, que ya son objeto de burlas
hasta de los medios de sus amados dueños del Planeta.
El desprecio a la educación, la salud, la vivienda y
cualquier otro elemental derecho, puesto de manifiesto en los presupuestos,
revela el carácter miserable de los nuevos-viejos dirigentes de prosapias
mafiosas, que utilizan sus inteligencias solo para asegurar sus fortunas mal
habidas y profundizar la pobreza de las mayorías silenciadas a palazos.
No faltarán los apoyos de los mismos perjudicados por tantos
espurios manejos económicos, que señalarán culpas de quienes, todavía con sus
consciencias lúcidas, intentan ponerle freno a tanta irracionalidad. Más
adelante, cuando el agua de las privaciones les llegue al cuello de las cuentas
por pagar, tal vez recuerden las palabras de Mafalda, cuando al mirar el bastón
de un policía, nos decía: “¿Ven?, este es
el palito de abollar las ideologías”.
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