Imagen de Maguila y Yo |
Se ha instalado, desde hace un largo tiempo, la costumbre de
ciertos encumbrados periodistas de realizar denuncias todo el tiempo. No pasa
un día sin que aparezca una, a la que se la trata a lo largo de horas, no solo
en los diarios o medios audiovisuales donde se las produce, sino repetidamente
en programas televisivos que han sido creados para ese fin: divulgar los
presuntos delitos que, no casualmente, involucran siempre a funcionarios políticos
o judiciales de la oposición ideológica al Poder que sustenta a esos medios.
Acaso el más paradigmático de esos “denuncieros” seriales
sea el “boca-sucia” Lanata, que comenzó su tarea denunciadora por los años
donde el entonces presidente Menem comenzaba a caer en desgracia, merced a “escandaletes”
en donde ese personaje político acostumbraba involucrarse. Rodeado de
periodistas de verdadera valía intelectual y profesional, que producían
investigaciones dignas, supo ganarse la fama de “contra-poder”, lo que le
sirvió para elevar su consideración en el público.
Su “escuela” denunciadora ha generado alumnos variopintos, los
cuales no reconocen límites éticos de
ninguna especie pero que, invariablemente, sirven siempre al mismo Poder, del
que en realidad son parte, por pertenecer a empresas mediáticas oligopólicas que
lo conforman.
Allí tenemos a los Morales Solá, los Leuco, los Bonelli, los
Castro, y tantos otros cuyas caras se repiten hasta el infinito en programas
sórdidos, donde la mentira se convierte en una verdad forzada a golpes de
conciencias que se obnubilan ante tales andanadas de supuestas revelaciones, que
jamás serán probadas. Y no lo necesitan, porque la repetición constante
construye certezas sobre hechos inexistentes o contrapuestos a los originales.
Nada de la realidad importa. Solo se trata de producir
sentimientos adversos hacia quienes se atreven a oponerse a los designios de
los poderosos. El odio y el desprecio se han colocado a la cabeza de tales
emociones, dejando de lado la razón para conocer verdades que son obvias, pero no se dejan ver.
No están solos estos remedos de periodistas, que avergüenzan
a los verdaderos. El Poder Judicial también aporta lo suyo, como socios en eso
de alimentar persecuciones y difamar a figuras prominentes que no les son
afines a sus intereses corporativos. También los “alegres” gobernantes que hoy
en día habitan la Casa Rosada aportan lo suyo, con histriónicas apariciones
denunciantes.
La tarea ha sido cumplida. Los cambios están en marcha más
que vertiginosa. La sociedad fue aplastada por los virtuales tanques
televisivos, mientras el rechoncho personaje de saco rojo sonríe capciosamente,
al ver su obra concretada. El odio ganó la partida. Y la sensatez se fue a
vivir al pasado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario