jueves, 1 de junio de 2017

LA POLÍTICA DE LAS DENUNCIAS

Imagen de Maguila y Yo
Por Roberto Marra

Se ha instalado, desde hace un largo tiempo, la costumbre de ciertos encumbrados periodistas de realizar denuncias todo el tiempo. No pasa un día sin que aparezca una, a la que se la trata a lo largo de horas, no solo en los diarios o medios audiovisuales donde se las produce, sino repetidamente en programas televisivos que han sido creados para ese fin: divulgar los presuntos delitos que, no casualmente, involucran siempre a funcionarios políticos o judiciales de la oposición ideológica al Poder que sustenta a esos medios.
Acaso el más paradigmático de esos “denuncieros” seriales sea el “boca-sucia” Lanata, que comenzó su tarea denunciadora por los años donde el entonces presidente Menem comenzaba a caer en desgracia, merced a “escandaletes” en donde ese personaje político acostumbraba involucrarse. Rodeado de periodistas de verdadera valía intelectual y profesional, que producían investigaciones dignas, supo ganarse la fama de “contra-poder”, lo que le sirvió para elevar su consideración en el público.
Su “escuela” denunciadora ha generado alumnos variopintos, los cuales no reconocen  límites éticos de ninguna especie pero que, invariablemente, sirven siempre al mismo Poder, del que en realidad son parte, por pertenecer a empresas mediáticas oligopólicas que lo conforman.
Allí tenemos a los Morales Solá, los Leuco, los Bonelli, los Castro, y tantos otros cuyas caras se repiten hasta el infinito en programas sórdidos, donde la mentira se convierte en una verdad forzada a golpes de conciencias que se obnubilan ante tales andanadas de supuestas revelaciones, que jamás serán probadas. Y no lo necesitan, porque la repetición constante construye certezas sobre hechos inexistentes o contrapuestos a los originales.
Nada de la realidad importa. Solo se trata de producir sentimientos adversos hacia quienes se atreven a oponerse a los designios de los poderosos. El odio y el desprecio se han colocado a la cabeza de tales emociones, dejando de lado la razón para conocer  verdades que son obvias, pero no se dejan ver.
No están solos estos remedos de periodistas, que avergüenzan a los verdaderos. El Poder Judicial también aporta lo suyo, como socios en eso de alimentar persecuciones y difamar a figuras prominentes que no les son afines a sus intereses corporativos. También los “alegres” gobernantes que hoy en día habitan la Casa Rosada aportan lo suyo, con histriónicas apariciones denunciantes.
La tarea ha sido cumplida. Los cambios están en marcha más que vertiginosa. La sociedad fue aplastada por los virtuales tanques televisivos, mientras el rechoncho personaje de saco rojo sonríe capciosamente, al ver su obra concretada. El odio ganó la partida. Y la sensatez se fue a vivir al pasado.

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