lunes, 19 de junio de 2017

LA FALSA EFICIENCIA NEOLIBERAL

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Por Roberto Marra

El eficientismo forma parte indisoluble de todo discurso de derecha. En todos los casos encuentran razones para superar las supuestas ineficiencias derivadas de las políticas inclusivas, que detestan. Esto resulta muy atractivo para los receptores de sus mensajes proselitistas, porque encuentran allí un buen fundamento para canalizar sus desprecios clasistas, lo que les otorga ese aire de creída pureza que, al rascar un poco en su pátina discursiva, se descubre tan falsa como sus sonrisas de campaña electoral.
A la hora de confrontar con un gobierno de carácter popular, hay que reconocer la eficiencia de los detractores neoliberales, basada en el notable aporte mediático, herramienta previamente cooptada para ejercer esa función tan necesaria para modificar la realidad a su antojo, mostrando ineficiencias por aquí y por allá. Lo harán siempre de acuerdo con los principios de sus economistas “estrellas”, abastecidos de ideas por las universidades del Poder y organismos que distribuyen la riqueza a escala planetaria.

Pero a la hora de gobernar, mediante la re-estructuración del sistema económico y financiero, estos adalides de la moral eficientista aportan la peor de las ineficiencias: la injusta distribución de la riqueza generada por todo el Pueblo. La destrucción del aparato productivo, el avasallamiento de los derechos laborales y la neutralización del empoderamiento popular, son la base de sus paradigmas de dominación.
Sin embargo, sí hay que reconocerles eficiencia para la acumulación. De sus propias riquezas, claro. Para eso, no tienen error alguno, rodeados como están de sus lacayos judiciales, quienes ofician de salvaguarda de sus intereses, siempre mal habidos, pero muy bien ocultados.
Serán eficientes, también, en la persecución a sus enemigos ideológicos, labor de igual forma asignada a un poder judicial que, no casualmente, está conformado por herederos de apellidos y alcurnias ganadas a fuerza de la pauperización de millones de hombres y mujeres oprimidos por sus negaciones de justicia real.
El Poder, con su práctica antisocial, le cambió el significado a la eficacia y la eficiencia. Pero no son malas palabras, sino esenciales aportes virtuosos a la construcción de una sociedad mejor. Hacer las cosas y hacerlas bien, deberán constituirse en la base ética de quienes pretendan recuperar el rumbo hacia una vida digna de todo el Pueblo. Esa será, entonces sí, una eficiente manera de construir la anhelada justicia social.

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