jueves, 8 de marzo de 2012

¿CUAL ES LA DEMOCRACIA?


Por Dr. Rubén Visconti*

El sistema democrático como actualmente se lo conoce, o creemos conocerlo, se puso en ejecución en paralelo con la denominada Revolución Burguesa unos años después de la Revolución Francesa, dando lugar a los gobiernos elegidos por el pueblo (aunque no todo el pueblo sino solo integrado por los poseedores de bienes, pagadores de impuestos y otras condiciones que determinaban que ese “pueblo” pertenecía solo a los que esas condiciones restrictivas les reconocían) .
Claro que desde el comienzo en sus formulaciones teóricas quedó establecido que ese novedoso régimen estableció que  ”todos los hombres eran iguales ante la ley”. Lo  que no pudo resolver ni establecer, dado que la democracia acompañó  desde casi sus inicios al naciente capitalismo que,  renegando de  esa igualdad ante la ley, trata a todos los hombres en forma desigual, amparado en el sagrado derecho de la propiedad privada.
Si bien el Código Penal no reconoce la igualdad de todos ante la ley y que los jueces juzgan en forma diferente a un rico que un pobre, aceptémoslo para explicar más claramente nuestras observaciones.
Si cuando se vota, hoy día superadas las trampas de los fraudes y de los rellenos de cráneos que dificultan la cualidad de esa opinión –voto, todos los ciudadanos valemos  igual, un hombre un voto, no es así en el caso de nuestro otro carácter social, el de una persona en el terreno civil.
Iguales, dice la democracia para los derechos del voto, pero no somos iguales cuando, por ejemplo, estando desocupados vamos a solicitar un empleo y el empresario fija las condiciones para decidir si nos toma o no. Entre ambos, existe una desigualdad total, más o menos como la que puede existir entre el “hambre” y las “panzas llenas”.
Las diferencias entre los niveles económicos destinados a satisfacer nuestras necesidades y también las de nuestras familias y los del empleador son, absolutamente enormes e insuperables. En este campo NO SOMOS IGUALES NI LO SEREMOS JAMAS POR MAS QUE LA DEMOCRACIA SOSTIENE FALSAMENTE QUE SI.
Y esto es así porque las razones adversas priman sobre toda otra condición y el DISCURSO DEMOCRATICO NO LAS INCLUYE.
Los que manejan la sociedad son los poseedores de los diferentes bienes, con lo cual llegamos a la primera conclusión a la cual queremos demostrar: La que vivimos no es una democracia que apunte a la igualdad entre  todos sino que hay que redefinirla como una DICTADURA DEL CAPITAL.
Sintetizando, el que manda es el CAPITAL. El que decide es el CAPITAL. Por lo tanto no somos libres sino  esclavos de todas sus decisiones.
Claro que a veces existe una ventana o ventanita que si bien no soluciona totalmente este hecho fundamental, lo corrige en mayor o menor parte. Esto sucede cuando, utilizando el derecho al voto, lo hacemos por una ideología política que interponga entre los dominantes de la economía y nosotros, sus esclavos, leyes que rectifiquen los abusos; y el que puede hacerlo es el Estado que basado en conceptos de igualdad indispensable como condición para alcanzar la libertad las vaya desarrollando mediante el dictado de leyes, normas y paradigmas culturales que nos dirijan, como sociedad, hacia ese destino liberador. Es decir, que no solo como ciudadanos adquiramos la supuesta  libertad, negada en parte por el mismo sector dominante, sino que la logremos vivir en una sociedad de seres humanos iguales y libres.
Pero si bien, en principio, hemos reconocido que el sistema democrático nos asegura derechos iguales ante la ley, un hombre un voto, veamos ahora como los que lo defienden están comenzando a arrepentirse y por lo tanto a negarse con una nueva y arbitraria manera de razonar.
En la democracia  de un hombre un voto, el que gana y tiene el derecho de ejercer el gobierno es aquél que obtiene más votos. Pero cuando así sucede aparecen razonamientos insólitos que apuntan a condicionar ese derecho.
Por ejemplo, en nuestro país se ha hecho carne en todo el grupo opositor, denominado o ex denominado grupo A, hoy en desbandada, en los medios monopólicos de desinformación, en los periodistas y aún en los diputados y  senadores que deben actuar en minoría en el parlamento.
El “invento”, que podríamos calificar como gracioso si no fuera porque es en realidad una puñalada trapera en contra de la libertad de expresión que elige a sus representantes, que el que gobierna porque ganó ese derecho en un acto eleccionario limpísimo, con mayorías en ambas Cámaras, no tiene ni posee la potestad de imponer sus decisiones.
Algunas, más extremistas sostienen que solo deben gobernar para mantener el statuo quo, es decir, cambiar sin cambiar nada.
Otros y el caso de estos días son más ridículos aún que arriesgan sin pudores su propia auto estima, su  propio derecho a no pasar vergüenza, como es el caso del diputado del PRO, Pineda, portador de un apellido que nos retrotrae a los diez años del fraude,  la llamada Década Infame,  mediante el recuerdo de su abuelo o bisabuelo que ejerció el cargo de ministro de Economía de la Nación, que sostiene que la disputa por el tema del subterráneo de Buenos Aires no debe ser tratado por el Congreso Nacional porque el gobierno tiene mayoría y ya se sabe quien impondrá sus criterios, sino que debe ir a la legislatura de la ciudad  en cuyo cuerpo la mayoría le corresponde al “señorito y patán” Macri.
Como para muestra basta un botón dejamos estos ejemplos en el convencimiento de que podemos citar, en el país  y en el mundo casos similares de estos pícaros que están inventando una nueva democracia, falsa, totalmente falsa.

*Doctor en Economía, Docente de la UNR
  Miembro del CEP

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