martes, 31 de enero de 2012

LA VIEJA DISCUSIÓN SOBRE EL PETRÓLEO SALE A LA LUZ


 
El tiempo no fue precisamente de descanso. La presidenta tuvo que recuperarse de la operación pero las semanas de silencio público no fueron desperdiciadas. “¿En Punta del Este decís vos?”, disparó Cristina, como al pasar, después de dar algunos datos sobre el impacto de la importación de combustibles en la balanza comercial: en 2011 fue un 110% mayor que en 2010.
Se sabe que el cuidado de los dólares entró en escena de una manera discutible, con restricciones para la compra al menudeo y un celoso cuidado de la AFIP que afecta, tanto al ciudadano de un país limítrofe que debe pagar en el mercado negro un 10% más para poder mandar ayuda a su familia, como a los especuladores que merodean las zonas turísticas. Sin embargo, junto con ello, llegó la decisión de que las petroleras y las mineras liquiden los dólares en Argentina.

Ahora, Cristina abrió el panorama petrolero, y resulta tan negro como crudo. “Si las empresas petroleras en nuestro país hubieran mantenido o aumentado la producción, hubiera sido mejor”, y agregó un dato que no deja bien parados, sobre todo, a los principales operadores del oro negro. Es decir, a YPF. Cabe recordar que, de los varios capítulos de la privatización de aquella empresa estatal, orgullo argentino, uno de los últimos fue el de la venta de casi todas las acciones a Repsol, una empresa nuevísima en el rubro, creada en 1987 en España, en base a una refinería y al ente de administración de combustibles. Eso sí, con participación privada. Así, en 1999, antes de completar una década incalificable de entregas, Carlos Menem ayudaba a esa empresa española a quedarse con la primera compañía en facturación en la Argentina. En Madrid, no faltaban las voces que advertían que la British Petroleum pretendía YPF pero que, Malvinas mediante, no podían hacer la operación. Sería temerario decir que Repsol fue “fronting” de la BP y con la historia de la Exxon y la Shell en América Latina ya hay suficiente como para saber la relación entre petróleo y poder. Pero el hecho concreto fue que los argentinos ya no tuvimos YPF.

Así, quedamos expuestos a que, una vez que el tema petrolero saliera del subsuelo como lo acaba de sacar la presidenta, es preciso profundizar en el asunto para que todo salga a la luz. Los datos aportados por Cristina impactan: nada menos que 9000 millones de dólares importados en combustibles durante 2011, de los cuales 7500 millones podrían haberse producido en el país.


¿SIGUE LA CONVIVENCIA?
Repsol, en 2007, vendió el 14,9% de las acciones al Grupo Petersen, presidido por el banquero Enrique Eskenazi, quien quedó como vicepresidente, detrás del catalán Antonio Brufau, que preside no sólo la compañía argentina sino la operación mundial de Repsol. Un hijo de Enrique Eskenazi, Sebastián, meses después asumía como CEO de YPF. Precisamente Sebastián estaba en Punta del Este, más concretamente en su chacra de José Ignacio, cuando la presidenta se hacía esa pregunta sobre el balneario exclusivo de la costa uruguaya, que para algunos era sólo una humorada retórica.

Con el correr de los días, varios especialistas en petróleo brindaron información detallada que justifica el enojo de Cristina por la falta de inversión de YPF. Nadie duda de la buena relación que Enrique Eskenazi tenía con Néstor Kirchner, entre otras cosas por la compra del 51% de las acciones del Banco de Santa Cruz en 1996, cuando Kirchner era gobernador provincial y la mayoría de los bancos provinciales pasaban a manos privadas. Eskenazi tenía ya el de Santa Fe y el de San Juan. Cabe recordar que, en ese 2011, en el cual YPF –y las otras empresas petroleras– no invertían lo suficiente, el Grupo Eskenazi compraba un 10% más de las acciones de Repsol en Argentina.

Para tener una magnitud de la inversión de los Eskenazi, la primera operación fue de 2235 millones de dólares sin plata fresca. Casi la mitad financiada por Repsol y el resto por un grupo de bancos liderados por el Credit Suisse. Era una pena que esa operación se hiciera con privados y no con la recompra por parte del Estado. Pero los anhelos deben sustentarse en la cruda realidad. Para refrescar el clima que se vivía por entonces, vale recordar que se vivía con la sombra de los bonistas y el pago de los compromisos externos. Además, a pocos meses de la aparición de los Eskenazi en YPF, las patronales del campo lanzaban el embate más duro que sufrió el kirchnerismo. Y que en ese momento varios empresarios argentinos fuertes, como los Eskenazi, no se sumaron al intento desestabilizador de la Sociedad Rural. Tampoco significa que sus intereses acompañen en todos los planos al modelo. Así son las cosas en la política y es bueno aprender de la realidad y no sólo de los propios deseos.

Para ejemplo de cómo en temas vitales ciertos empresarios piensan distinto, sirve mencionar que la revista Fortuna, en su última edición de 2009, titulaba con una frase emergida de una distendida entrevista con Sebastián Eskenazi: “YPF no debería volver a ser estatal.” Es decir, hasta un empresario cercano al kirchnerismo seguía con discurso antiestatista aunque, paradójicamente, sus empresas se alimenten de negocios con el Estado. Ahora, ante esta irrupción de Cristina, ni Enrique ni Sebastián Eskenazi abrieron la boca. Tampoco la oficina de prensa de YPF dio siquiera un comunicado de la empresa.

PANORAMA ACTUAL Y FUTURO DEL PETRÓLEO. 
Ahora el escenario parece distinto. Primero porque el panorama internacional vuelve a mostrar mucha fragilidad en cuanto a combustibles. Hay que recordar que la Comunidad Económica Europea decidió un embargo –gradual– sobre Irán, y este país amenazó con cortar el Estrecho de Ormuz, por donde pasa una porción importante del crudo que se comercializa en el mundo (no menos del 20 por ciento). Si esto llevara a un aumento del precio del barril, las cifras dadas por Cristina podrían crecer.

Pero, además, parece haber emergido el tema petrolero como una agenda nueva. Algunos especulaban si Cristina volvería a vestir colores vivos o si haría cambios en el gabinete. Se equivocaron. Su reaparición, todo lo indica, está más vinculada a una visión estratégica. No es casual que a su lado, al momento de hablar sobre combustibles, estuvieran los presidentes del Senado y de Diputados, Beatriz Rojkés y Julián Domínguez. ¿Por qué no pensar en un debate parlamentario serio y profundo sobre el rol del Estado en esta materia? ¿No sería un gran homenaje a Enrique Mosconi, cuando el próximo 3 de junio se cumplan 90 años de la creación de YPF? Y unos meses después, cuando el 24 de septiembre se cumplan 20 años de la sanción de la Ley 24.145, ¿no sería una manera digna de volver a discutir qué es la soberanía petrolera? Porque, vale la pena refrescarlo, aquella ley transfirió a las provincias el dominio del Estado Nacional sobre los yacimientos de hidrocarburos y también admitía la privatización del capital accionario de YPF que poco antes había sido constituida en una sociedad anónima.

Desde ya, sería imprescindible la negociación con sus dueños privados, lo cual requiere una valuación y una forma de pago. Hace casi un año, antes de que el Grupo Eskenazi comprara el 10%, Repsol hizo una Oferta Pública de Venta (OPV) a través de su casa matriz y la cotización que surgió es de 16 mil millones de dólares. Si se tomara como referencia lo que pagó el Grupo Eskenazi por el 10% (1300 millones) la cotización sería algo menor (13 mil millones). Se trata de un valor no muy distinto del que estaba valuada (o devaluada) la compañía en 1999, cuando Repsol empezó a comprar acciones hasta quedarse con la casi totalidad.

Pues bien, en caso de que se avanzara en el debate legislativo y hubiera un entendimiento con los dueños privados –o parte de ellos– habrá que preguntarse de dónde saldrían los recursos: si de un fondo con impuestos especiales, si de un financiamiento atado a la gran banca internacional, o de alguna ecuación novedosa como tiene acostumbrado el kirchnerismo.

Otro tema en el que la presidenta puso el acento fue sobre la conducta de algunos dirigentes de la Federación de Sindicatos Unidos Petroleros e Hidrocarburíferos (hasta la privatización era el Sindicato Unido de Petroleros del Estado) cuando se refirió –sin mencionarlo– a su secretario general, Antonio Cassia. Lo mencionó como “un sindicalista (que) salió a defender a la empresa YPF”. Cristina dijo: “Me llamó la atención que se pagara el doble (por) el gasoil y que del sector del trabajo no se dijera nada”. Días atrás, Cassia había dicho: “Me constan las inversiones que hizo YPF y los esfuerzos por mantener los precios más bajos del mercado.” Cassia está al frente del gremio desde hace 20 años, y poco antes de ello, también durante la presidencia de Menem, estaba al frente de la Comisión de Energía y Combustibles.

Es cierto que el petróleo no se encuentra a simple vista y que las inversiones en exploración son costosas y sin certeza de que el oro negro salga a luz, pase a las refinerías y termine convertido en combustible. También es cierto que, sin sacar a luz estos temas, sin ventilar quiénes son los actores y qué historia recorrió el petróleo argentino, no podrá lograrse un cambio en la dirección de la soberanía nacional.

 

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