“De las transnacionales al Estado y del Estado a la sociedad productiva”
Por Mario Toer y Federico Montero*
“Consenso con los tuyos y con los que no son los
tuyos, acción directa”, afirma García Linera para describir la
estrategia del gobierno de Evo Morales. Las contradicciones entre
pueblos indígenas y el desafío de construir formas comunitarias de la
economía.
–Nuestro proceso revolucionario boliviano ha atravesado varios
momentos que conviene repasar. Hacia el año 2000, cuando el proyecto
neoliberal parecía invencible, comienza a visibilizarse el malestar, y
la gente buscaba alternativas ante las relaciones de dominación.
Entonces se devela la crisis, la sociedad comienza a imaginar otra
posibilidad de vida, otra posibilidad de organización política. El
segundo momento es cuando este malestar colectivo, esta debilidad de
dominación de las elites, de su discurso y su organización de la vida,
da paso a la conformación de un proyecto de poder alternativo. Es cuando
la gente dice: “Hay que recuperar los recursos naturales, hacer la
asamblea constituyente y conformar un nuevo régimen de gobierno”. Esto
se da entre 2003 y 2006. Luego viene un tercer período, en que este
proyecto de poder se vuelve gobierno, a través del presidente Evo
Morales, y donde las formas organizativas de la sociedad, que habían
mostrado su capacidad frente a la represión, muestran su capacidad
electoral y comienzan a implementar una serie de transformaciones del
Estado, de las relaciones de poder. Pero, claro, la vieja estructura
dominante puede tolerar perder el gobierno, pero antes de perder el
poder va a dar una batalla muy dura. Es la batalla por el poder
económico, por el poder político y el poder cultural, que va entre 2007 y
2009: la agenda constituyente sigue adelante, pero los riesgos de
quiebre de la unidad estatal se hacen visibles. Se intenta un golpe de
Estado, se intenta crear una dualidad conservadora del poder,
contraponer al gobierno del presidente Evo con el Oriente, se crean
grupos armados para dividir al país. Y el gobierno del presidente Evo va
derrotando cada una de esas confrontaciones políticas. Y a cada momento
este bloque nacional popular, de núcleo indígena, va a ir sorteando las
tareas, por momentos debilitándose, fracturándose; después se vuelve a
recomponer, para dar el siguiente paso.
–En la Argentina también hubo que “recomponer”. ¿Cómo encararon aquí estos problemas?
–Aquí ha habido un juego que podemos considerar desde la perspectiva
marxista: las victorias políticas han podido ser consolidadas y
viabilizadas por victorias económicas, mucho más silenciosas y menos
espectaculares, pero más sostenidas. Cuando entramos nosotros, el 40 por
ciento del PIB estaba en manos de dos empresas de dos países
extranjeros. Al cabo de tres años pasamos de un Estado mendigo a un
Estado relativamente fortalecido, con capacidad de control y manejo del
excedente económico, que le va a permitir al gobierno consolidar
alianzas, ampliar los beneficios sociales, expandir la distribución de
la riqueza. Este tipo de transformaciones ha sido la base material de
las victorias que se van llevando contra la derecha golpista y
separatista. Hoy podemos decir que el bloque social popular indígena que
logra el gobierno ha transformado en parte la naturaleza del Estado en
Bolivia.
–¿En qué sentido puede decirse que se ha modificado la naturaleza del Estado?
–Hoy, las clases sociales que dirigen el Estado son muy distintas a
las financieras, mineras, banqueras. Es un bloque de poder de origen
campesino, popular, plebeyo, con alianzas con sectores medios. Los
sectores que ocupan ámbitos decisorios –los ministerios, las empresas
públicas–, cambiaron su condición de clase y su condición étnica
cultural de manera radical. En la estructura económica, ya no es la
inversión extranjera la que dinamiza sino el Estado en primer lugar. Y
en el ámbito ideológico cultural desaparecen del escenario las ideas
neoliberales, que eran el centro del debate. Antes lo que decía la
confederación de empresarios era casi como oír al Espíritu Santo, una
misión del BID o del Banco Mundial era recibida como la llegada misma de
los apóstoles a Bolivia... ahora pasan a una página perdida del
periódico. Estamos más atentos a qué pasó con la confederación de
campesinos, qué pasó con los cocaleros, qué pasó con la Cidob... Este es
el nuevo escenario político. Y el imaginario en torno del cual
partidos, dirigentes, universitarios y académicos organizamos la vida,
es otro, es un trípode: plurinacionalidad, autonomía y economía plural,
que organiza el imaginario colectivo de la sociedad. De izquierda a
derecha, discuten y se mueven en este trípode: ése es el debate. Bloques
de clase, formas organizativas de la decisión político-institucional e
ideario colectivo de la sociedad; en ese sentido hay un nuevo Estado.
Pero un nuevo Estado no anula las luchas, ni las contradicciones:
simplemente las desplaza. Esas contradicciones de la sociedad ahora
atraviesan también al Estado. Por eso entramos en una nueva etapa que
hemos denominado de tensiones al interior de la sociedad y del Estado.
–Serían las “contradicciones en el seno del pueblo”...
–Sí, exactamente. Yo he optado por llamarlas “tensiones creativas”
porque no son proyectos alternativos; en el momento en que las
contradicciones den lugar a un nuevo proyecto de Estado y sociedad,
serán antagónicas, pero no es el caso. Doy algunos ejemplos: nadie pone
en duda que el Estado debe ser el principal generador y controlador del
excedente económico del país. La discusión es cómo se lo usa. Unos
dicen: “Hay que entrar rápidamente en la etapa industrializadora”. Otros
dicen: “Sí, pero utilicemos buena parte del excedente para distribución
salarial”. Sólo que en nuestro país no se discute tanto en los
periódicos como en tiempos leninistas sino en marchas, movilizaciones,
en el paro que te hago para afirmar la posición de un sector, de una
región. Es un lenguaje más plebeyo, que transcurre en la calle y no
tanto en lo literario... También ha empezado a surgir otro tipo de
tensiones internas. El proceso de economía plural tiene que satisfacer
necesidades básicas de la gente, pero también tiene que preservar el
porvenir de la vida y de la naturaleza. Nosotros, que somos defensores
de la Madre Tierra, tenemos que cabalgar en esa contradicción, hoy
visible, pero que hace cuatro años no lo era, sin caer en la creencia de
que los que vivimos en la Amazonia tenemos que cuidar el bosque para el
mundo entero. Esa es una trampa imperial que las ONG nos quieren meter,
porque en el norte siguen depredando todos los bosques. Pero hay un
fondo justo: tienes que satisfacer necesidades básicas y materiales sin
destruir el núcleo de la naturaleza. Otra contradicción interna se da
entre el interés general y el particular, con los movimientos sociales
que han creado con su acción colectiva la base de este proyecto general
de sociedad. Pero en ciertos momentos se repliegan y comienzan a
concentrarse en sus intereses locales y particulares. Cuando la Cidob
reclamaba que las 17 millones de hectáreas expropiadas fueran sólo para
los indígenas de tierras bajas, o cuando la COB nos pedía que las
reservas internacionales, que son de todos, se utilizaran para los
salarios de salud y educación, que son de pocos. Este repliegue a lo
particular es temporal, luego la sociedad crea e impulsa nuevamente
intereses comunes. Entonces éstas son tensiones creativas internas al
propio bloque de poder, que no ponen en discusión el núcleo de
plurinacionalidad, economía plural y autonomía. Pero el porvenir sigue
siendo incierto, y será una obra de creación colectiva, de debate, de
duda y de avance colectivo. Nadie tiene definido el horizonte, ni está
esperándonos en la esquina el comunismo. Estamos entendiendo que así se
hacen las revoluciones, así de complejas. Nadie está por encima de la
historia. La historia es la acción viva de las personas.
–En este contexto, ¿cómo se inscribe la convocatoria a la cumbre plurinacional que ha realizado el gobierno?
–Ha sido imaginada como una amplia convocatoria de la sociedad
civil. Obtuvimos el 64 por ciento de los votos, hay una Constitución, un
programa de gobierno y un sentido común consolidado. Queremos discutir
qué se modifica, dónde se acelera, cómo se profundiza. Se trata de eso.
Aquí hemos convocado a la sociedad civil en su conjunto, la que está
cercana, la que está lejana, hasta empresarios, a todos, para ver cómo
profundizamos estos tres pilares ordenadores de la sociedad, la economía
y el Estado.
–¿Cuáles son los desafíos pendientes en la actualidad?
–Hay dos espacios sociales particulares que requieren aún una larga
lucha y transformación. En lo económico hemos dado un primer paso.
Partimos de un poder económico extranjerizado y a través de las
nacionalizaciones, la presencia del Estado en la economía, se ha logrado
romper muchas relaciones de dependencia, de intermediación con los
mercados internacionales, de usura, empoderando al productor en muchos
lugares. Pero falta el segundo paso: cuando los productores asociados de
soja, maíz o trigo, por caso, tengan su silo y puedan exportar o
procesar. Tenemos experiencias; en Oruro, por ejemplo, a un empresario
textil le fue mal, cerró y vino el Estado, les dio crédito a los
trabajadores, se asociaron y han puesto en marcha la fábrica. ¿Cómo
hacemos para que eso se expanda a otras áreas de la economía? El poder
económico de la sociedad productiva, ése es nuestro sueño, nuestro
siguiente objetivo. De las transnacionales al Estado y del Estado a la
sociedad productiva. Pero es difícil. Les puedo contar experiencias de
cómo el Estado construyó empresas que no pudieron ser administradas por
los que las habían pedido, y tuvieron que volver al Estado. Porque no
había capacidad de gestión, ni disciplina interna. Por mucho que el
Estado tenga buena voluntad, depende de la experiencia de la sociedad.
Bolivia tiene una experiencia sedimentada en control de tierra comunal
en términos de propiedad, pero no hay una base comunal en términos de
producción directa, que es familiar e individual. ¿Cómo se pasa hacia
una producción más colectiva y a una administración más común? Ahí
tenemos una gran tarea, de construcción de formas comunitarias de
economía, poder económico-social. El otro espacio de lucha pendiente es
en el ámbito cultural. Hay un sentido común social, ésa es una victoria,
pero el control material de los medios sigue siendo privado y muy
afincado en las antiguas elites políticas. Las principales cadenas de
televisión aquí en Bolivia están en manos de los que hace 5 años estaban
en el Parlamento y en el gobierno. Están en la política mediática, con
mucha incidencia, con discurso ultraconservador, histérico. ¡Pongan los
noticieros y van a creer que están en Irak! Cuando hay conflictos
intensos, este histerismo parece ordenar el mundo; pero cuando no hay
tantos conflictos, queda ahí, como una telenovela más. Ahí hay dos
batallas que dar.
–¿Cómo se origina el conflicto con los pueblos indígenas del Oriente?
–Desde que se formó el MAS, el núcleo organizativo de lo indígena y
lo popular ha sido lo aymara-quechua, dos naciones que representan el 58
o 60 por ciento de la población en Bolivia. Los indígenas de tierras
bajas de la Amazonia representan el 2 o 3 por ciento de la población y
componen además numerosas naciones en su diversidad identitaria. Siempre
ha habido un esfuerzo, no exento de complicaciones, de las regiones
indígenas mayoritarias para articular con los pueblos indígenas del
Oriente amazonil. En la asamblea constituyente se dio un debate muy
intenso entre la lógica más peticionista y autonomista de los indígenas
de tierras bajas, y la lógica más de conducción del Estado, de las
tierras altas. En tierras altas ha desaparecido la hacienda, no hay
atisbo del viejo señor dueño de la vida, de los sueños de la gente. En
el Oriente, aunque hay una revolución silenciosa en ciertas zonas, lo
que es el Beni, Pando, todavía las jerarquías son muy fuertes y ahí lo
que ha hecho el gobierno es impulsar la presencia del Estado, para
acelerar la ruptura de estas jerarquías tradicionales. Cuesta, porque es
la tercera parte del territorio de Bolivia. Y ahí nuestros indígenas
líderes de tierras bajas juegan de distinta manera: a veces en alianza
franca, directa, con indígenas de tierras altas, otras con los propios
patrones...
–¿Allí aparece la resistencia a la construcción de la carretera en el Tipnis?
–Antes del problema del Tipnis ya se había dado la fisura, en Santa
Cruz y en el Beni. Es algo que no se conoce mucho. A comienzos de 2011,
en Santa Cruz, los pueblos indígenas de tierras bajas deciden aliarse
con los partidos conservadores, los verdes, para tomar el control de la
asamblea legislativa departamental y aislar al MAS. Estas alianzas
estuvieron basadas en la incorporación de dirigentes en la Secretaría de
Asuntos Indígenas de la gobernación, algo a lo que siempre nos habíamos
opuesto. Ahí se quiebra el Cidob. Lo del Tipnis se produce a
continuación de esta ruptura. Pasó algo similar en el Beni, pero allí,
como las relaciones sociales son más duras, más agresivas, funcionó un
esquema de sobornos. Algunos dirigentes filmaron los sobornos a los
diputados indígenas para que rompieran con el MAS... Todo un escándalo
judicial, con sentencias aún pendientes. Ahí se detuvo esta estrategia
de quebrar la alianza entre indígenas y el MAS. En Santa Cruz se logró,
en el Beni no se logró.
–¿Y cómo piensan encarar la política para reconstruir alianzas con los que se alejaron?
–No es algo resuelto. Nuestra intención es volver a restablecerlas.
Aunque la propuesta de aliarse con los verdes no resulta lo más óptimo,
los compañeros se siguen moviendo en el ideario de la plurinacionalidad.
Sostienen que no han sido suficientemente incorporados al esquema.
–Hay quienes afirman que en el gobierno, el presidente Evo y particularmente usted tienen un estilo intransigente, “jacobino”...
–Por lo general, hay dos modos de ingreso al gobierno: para
enriquecer a los propios o para que sea una herramienta al servicio del
beneficio del país. Las elites utilizan el gobierno para potenciarse
como clase y mejorar su situación familiar, colectiva. Cuando un
revolucionario, o un profesor universitario con otro tipo de ideas, es
parte del gobierno, ¿para qué lo hace? Tiene que ser en función de un
ideario. Esta es una primera división. Pero también se puede estar en el
gobierno en función de ideales, aunque conteniéndolos por temor a los
efectos que puedan tener en otros. Un poco Carlos Mesa es el ejemplo, un
hombre honesto cuando fue presidente. Pero además hay que tomar
decisiones. Y las decisiones tienen sus efectos, nada hay inocente en el
mundo del gobierno y del Estado. En lo personal, así he asumido las
cosas: para cambiar lo que está mal hay que afectar a otros. Si no,
sería hipocresía. ¿Cómo un gobierno puede nacionalizar sin afectar a las
compañías extranjeras? No te darán un abrazo, ni te invitarán a sus
reuniones...
–Por eso insisten en el consenso con lo que ya existía, con el statu quo...
–¿Cómo vas a hacer consenso con ellos? Imposible. Haz consenso con
los tuyos. Y eso hicimos. Cuando dijimos “vamos a nacionalizar”, algunos
compañeros dijeron “expropie sin indemnizar”. Nosotros planteamos:
“Señores, este gobierno va a nacionalizar indemnizando”. Y ganamos la
discusión. Consenso con los tuyos y con los que no son los tuyos, acción
directa. Y así hemos ido procediendo en distintas medidas. Hay otros
momentos en que el espacio de legitimación estatal te permite tomar la
misma medida, pero aplacando las resistencias, lo comunicas de la mejor
forma posible. Pero en el fondo sabes que lo vas a hacer. Y no hay
manera de sobornar. ¿Cómo van a sobornar a un tipo de ideales? Eso es
quizá lo que observan algunos compañeros: antes se negociaba la decisión
en función del dinero, fidelidades, compromisos. Es el caso del
incremento del precio de la gasolina. Creíamos y seguimos creyendo que
beneficiaba a Bolivia, habíamos consultado antes, lo sabía la COB, lo
sabían los del transporte. Tomamos la decisión y vimos el rechazo, nos
equivocamos y retrocedimos, claro. Pero se tomó porque era necesario
para Bolivia, no para beneficiar a una empresa vendedora de gasolina. El
presidente Evo y yo entramos al gobierno con esa convicción. Luego
tienes que buscar que el que ha sido afectado no se aleje tanto, ver
cómo lo recuperas o lo neutralizas. Y no puedes dudar. Si tú dudas en
función de Estado y muestras debilidad, todo se viene encima. El Estado
tiene sus formas, exige una representación del propio poder, por muy
amplio que seas en la discusión, en la reflexión y en la consulta. Es
parte de la propia retórica, de la propia catequesis del Estado. No
debiera ser así, pero va a funcionar así un buen tiempo, porque así
viene funcionando también hace un buen tiempo. Si no lo haces así, se te
erosiona el principio de autoridad, por muy colectivamente que lo hayas
construido.
*Publicado en Página12
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