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Por
Roberto Marra
Diez
presos mueren quemados, encerrados en una celda donde nunca pudieron
haber estado por estar clausurada, pero nadie podrá ver esa noticia
en los principales y más vistos canales de información. Una niña
muere quemada dentro de un taller clandestino, pero jamás se pudo
escuchar y ver una crónica extensa sobre semejante sinrazón. Otros
tantos hechos de violencia extrema contra menores de edad por parte
de las “fuerzas de seguridad”, son ignorados por la mayoría
apabullante de la población. Sin embargo, con el oportunismo como
herramienta inmoral al frente, la totalidad de los programas
televisivos se ocuparon, en los últimos días, del sonado caso de
una jóven actriz y su abusador, un actorzuelo de poca monta e
inmerecida fama.
Este
tipo de casos, evidentes atisbos de un iceberg que se esconde en el
océano de oscuras relaciones de poder que se tejen en la sociedad y
sus manifestaciones culturales, laborales o empresariales, terminan
por convertirse en actos de una sucia comedia dramática,
protagonizada por “estrellitas” de los medios, tilingos y
tilingas de lenguas fáciles y conocimientos nulos, creídos
periodistas que avergüenzan la profesión, exhibiendo sus
ignorancias con la altivez propia de los brutos.
En
realidad, nada les importa de lo que muestran con tanta fruición y
falsa congoja. Es un negocio más, una etapa en la construcción de
un ideario populachero, una simple forma de dominación de las
conciencias y un intento de anulación de la capacidad de
razonamiento de las mayorías. El Poder, lo sabemos, nunca da puntada
sin hilo, cosiendo los retazos de imbecilidades para transformarlos
en una capa uniforme que cubra la verdad hasta oscurecerla por
completo, anulando la reflexión y postergando la salida de este
mundo fabricado para negar la vida y acumular riquezas obscenamente
robadas a quienes nada tienen.
Mientras
tanto, los productores de todas nuestras desgracias, los tramoyeros
de los desastres económicos y financieros, los evasores de
responsabilidades y dineros mal habidos, siguen cobrando el dividendo
mortal del tiempo ganado. Sus cómplices mediáticos cumplen con
creces sus papeles distractores, nublando el reconocimiento de las
verdades ocultas tras esos actos de violencia personales o
colectivos, resaltando solo los dramas individuales y tirando bajo la
alfombra de las mentiras sus primigenios orígenes, relacionados
siempre con la estructura social levantada para asegurar el status
quo de un Poder que reproduce y multiplica sus dominios.
Como
en cada caso donde los medios son protagonistas casi excluyentes,
pronto pasará esa ola reproductora del sonado caso del abuso, para
comenzar con otra, de cualquier otro tipo, pero siempre asegurando el
desconocimiento sobre las razones que permiten la repetición de los
sucesos que se muestran como escenas de una película sin autores ni
directores, como generación espontánea de una sociedad que
pretenden alienada como método para su explotación sin límites.
Y
aquellos muertos entre rejas reales o virtuales, al igual que las
auténticas causas de los abusos, seguirán siendo como el lado
oscuro de la luna, el pozo profundo donde se entierran las verdades
ardientes que pretenden apagar con más fuego, el lugar jamás
mostrado, las razones que no se dicen, el orígen siempre escondido
detrás de las cortinas malolientes de una corrupción nunca
mencionada por los sonrientes conductores de la falsedad televisada.
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