jueves, 13 de diciembre de 2018

COMPAÑERO AMADO

Imágen de "Cba24n"
Por Roberto Marra
A veces, algunas palabras significan mucho más de lo que indican sus herencias etimológicas. Hay expresiones que se han ido cargando con el tiempo, de contenidos superiores a los originales, profundizando los que tuvieron en sus inicios, sumando simbolismos que generan alternativas para sus utilizaciones, aumentando la importancia que denotan para las relaciones sociales. Se convierten en sustantivos y adjetivos al mismo tiempo, útiles maneras de definir a las personas y sus actitudes.
Compañero, es una de esas palabras. De aquel “compartir el pan” de sus orígenes, ha llegado a nuestros días cargada de matices que le han dado una extensión superadora, haciendo de su uso el privilegio de sentirse parte de un todo, de enarbolar hasta lo más alto la bandera de la solidaridad, de asegurar como imposible a la traición, de fundar relaciones perdurables por la honestidad de las convicciones que las generaron.
Y es en los peores circunstancias que se ven los frutos del compañerismo. Es cuando todo parece oscurecerse que aparecen las mejores interpretaciones de esta hermosa palabra. Es ahí cuando la raíz histórica del término cobra otras dimensiones, amplía sus alcances y marca certezas sobre las personas. Entonces surgen los distintos, los que sobresalen, los auténticos “compañeros”.
Amado Boudou es el ejemplo. En él se conjugan esas virtudes tan complejas de aunar, se empalman todos los significados de esta palabra señera, se transforma él mismo en adjetivo, promueve con sus actos meritorios de admiraciones y agradecimientos, nuevos significados para la mágica expresión que reúne a quienes sienten a la lucha política como la necesaria manera para modificar la realidad.
En medio de tanta opresión mediática, persecusiones judiciales y bajezas intelectuales, la rectitud de sus acciones y sus dichos se elevan por sobre las miserables posturas advenedizas de sus otrora “compañeros”, convertidos en deshonrosas expresiones de las traiciones más abyectas y socios genuflexos de un Poder que descubrió mucho antes sus condiciones de falsos profetas de una ideología que jamás sintieron como propia.
Cargando con la “pesada herencia” inventada por la fábrica de odios, soportando juicios amañados por jueces y fiscales sin escrúpulos ni honor, estigmatizado hasta el hartazgo por mediocres comentaristas de las mentiras organizadas para someter a la sociedad, supo plantarse ante semejante muestra de poder casi infinito con la hidalguía de quien está seguro de sus actos y convencido de sus principios.
Su libertad, aún limitada y distorsionada por imperio de la parcialidad judicial que nos rige, tiene el significado del pequeño triunfo en una batalla contra tanta mendacidad y corrupción de los valores. La vigencia de su figura, a pesar de tanta ignominia desatada contra su persona, tanta oscuridad sobre sus honestidades manifiestas, tanto menosprecio por muchos que se rasgan las vestiduras por esta “democracia de baja intensidad”, se para ahora ante la historia que estamos transitando para mostrarnos el camino del honor y la verdad, de la seguridad del triunfo de las ideas que se acompañan con las certezas de la ética que no se abandona ni se vende al mejor postor.
Amado es su nombre. Y amado tiene que ser este hombre, capaz, al igual que sus otros camaradas de cautiverio, de no ceder ante los poderosos, de no entregar su espíritu noble, de no alterar un ápice sus convicciones. Y de mostrarnos que, más allá de los desleales y los inmorales, de los cobardes y los perversos, existe otro camino, otra convocatoria a la esperanza que genera la palabra que lo contiene como a nadie: compañero.

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