Imágen de "Aries On Line" |
Por
Roberto Marra
Cada
fin de año, periodistas, analistas y opinólogos variopintos se
encargan de realizar esas contabilidades maniqueístas que pretenden
resumir los doce meses del trajín político y económico. Utilizando
cifras poco confiables, por sus orígenes en intereses de quienes
construyen la realidad virtual en la que nos envuelven diariamente
para su exclusivos beneficios, desarrollan esa mercantilista manera
de exponer resultados que involucran a millones de seres humanos que,
para el caso, son simples números que justifican sus atrocidades
sociales.
“Serios”
economistas harán sus evaluaciones de un año “complejo” (así
le llamarán), para terminar con ilusorias perspectivas de un
promisorio nuevo año, arriesgando cifras que saben tan falsas como
sus conocimientos, sabedores de la importancia de mantener latente el
espejismo que les asegure el tiempo que necesitan para culminar con
su tarea demoledora de la Nación.
Hombres,
mujeres y niños solo se expondrán como variables del “ajuste”
impuesto por el imperio y sus oficinas extorsivas del Fondo
Monetario, considerados casi como material descartable para obtener
las obscenas cifras que evaden hacia las guaridas fiscales,
succionadas de la sangre hambrienta de millones de sometidos,
atrapados en la maraña desinformativa que los aplasta y los seduce
con alucinaciones que se desvanecen como los colores de un arco iris.
Nadie
se salva de la tentación contable del año transcurrido. Horas y
horas gastadas en explicaciones con poco sustento y mucha
verborragia, servirán para no hablar de lo importante, de aquello
que deja como triste residuo la acumulación de calamidades
presentadas como “males necesarios”, “lo que había que hacer”,
un mandato casi divino que recitan los “sacerdotes” de la sucia
religión del “dios mercado”.
No
harán figurar en sus balances findeañeros a los centenares de miles
de expulsados del trabajo, los caídos en desgracia del sistema, las
reducciones salariales, las jubilaciones tronchadas, los litros de
leche no tomados por los más chicos, las vacunas no aplicadas, las
escuelas derrumbadas, los docentes ignorados, los hospitales sin
médicos ni algodones, los medicamentos negados a los viejos, las
persianas bajas de los comercios, los galpones industriales
abandonados, los científicos expulsados, las viviendas jamás
realizadas, los tres mil jardines de infancia enteléquicos. Ese es
el fruto buscado con denuedo por una gestión fabricante de
opulencias y miserias en escalas similares, pero opuestas.
La
contabilidad del Poder se mostrará siempre como satisfactoria. Será
la base, dirán, de un próximo año de prosperidades que hasta sus
propios mandantes niegan como posibles. “Es el único camino”,
aseguran con perversa convicción. “Estamos haciendo lo que había
que hacer”, provocan, a sabiendas de la maldad intrínseca en su
elocuencia verbal.
Sus
“economistas estrellas”, poniendo caras de preocupación y
seriedad que no poseen, nos advertirán de algunos inconvenientes,
solo salvables siguiendo los lineamientos del “papá Fondo” que,
lejos de traernos regalos para el arbolito de la esperanza, se
asegurará de obtenerlos para sí y para los poderosos que lo
sustentan.
La
acumulación de mentiras es de tal magnitud, que resultará todo un
prodigio nadar entre ellas, separarse de sus patrañas mediatizadas y
carcomer su estructura de dominación y tortura social. Más difícil
todavía será transitar este año por venir, acumulando fuerzas para
derrumbar la maquinaria de destrucción masiva que ha arrasado con
las convicciones y se ha apoderado de las conciencias de los más
débiles.
El
falso “único camino” de los sátrapas de turno deberá demolerse
a fuerza de caminar por el otro, uno que ya se ha transitado y
abandonado tantas veces antes de cobrar los frutos de su final. “Lo
que había que hacer”, según sus intereses espúrios, deberá
aplastarse con el peso de un Pueblo decidido a acabar con los oscuros
manipuladores de las esperanzas de vidas dignas, resuelto a edificar
una sociedad donde, cada fin de año, el resultado contable arroje la
certeza de un haber creciente. Y un saldo que refleje la felicidad
popular como fruto de la decisión unívoca de construir una Nación
justa, libre y soberana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario