jueves, 27 de diciembre de 2018

BALANCES

Imágen de "Aries On Line"
Por Roberto Marra
Cada fin de año, periodistas, analistas y opinólogos variopintos se encargan de realizar esas contabilidades maniqueístas que pretenden resumir los doce meses del trajín político y económico. Utilizando cifras poco confiables, por sus orígenes en intereses de quienes construyen la realidad virtual en la que nos envuelven diariamente para su exclusivos beneficios, desarrollan esa mercantilista manera de exponer resultados que involucran a millones de seres humanos que, para el caso, son simples números que justifican sus atrocidades sociales.
Con el debe repleto y el haber enflaquecido, se expone la cruda acción de los déspotas gobernantes como un éxito contable. El rojo resultado final se manifiesta como la base de un futuro de felicidades incomprensibles para la mayoría, pero prodigiosamente publicitadas por los voceros del Poder, fuente de toda la injusticia mediática, y de la real.
Serios” economistas harán sus evaluaciones de un año “complejo” (así le llamarán), para terminar con ilusorias perspectivas de un promisorio nuevo año, arriesgando cifras que saben tan falsas como sus conocimientos, sabedores de la importancia de mantener latente el espejismo que les asegure el tiempo que necesitan para culminar con su tarea demoledora de la Nación.
Hombres, mujeres y niños solo se expondrán como variables del “ajuste” impuesto por el imperio y sus oficinas extorsivas del Fondo Monetario, considerados casi como material descartable para obtener las obscenas cifras que evaden hacia las guaridas fiscales, succionadas de la sangre hambrienta de millones de sometidos, atrapados en la maraña desinformativa que los aplasta y los seduce con alucinaciones que se desvanecen como los colores de un arco iris.
Nadie se salva de la tentación contable del año transcurrido. Horas y horas gastadas en explicaciones con poco sustento y mucha verborragia, servirán para no hablar de lo importante, de aquello que deja como triste residuo la acumulación de calamidades presentadas como “males necesarios”, “lo que había que hacer”, un mandato casi divino que recitan los “sacerdotes” de la sucia religión del “dios mercado”.
No harán figurar en sus balances findeañeros a los centenares de miles de expulsados del trabajo, los caídos en desgracia del sistema, las reducciones salariales, las jubilaciones tronchadas, los litros de leche no tomados por los más chicos, las vacunas no aplicadas, las escuelas derrumbadas, los docentes ignorados, los hospitales sin médicos ni algodones, los medicamentos negados a los viejos, las persianas bajas de los comercios, los galpones industriales abandonados, los científicos expulsados, las viviendas jamás realizadas, los tres mil jardines de infancia enteléquicos. Ese es el fruto buscado con denuedo por una gestión fabricante de opulencias y miserias en escalas similares, pero opuestas.
La contabilidad del Poder se mostrará siempre como satisfactoria. Será la base, dirán, de un próximo año de prosperidades que hasta sus propios mandantes niegan como posibles. “Es el único camino”, aseguran con perversa convicción. “Estamos haciendo lo que había que hacer”, provocan, a sabiendas de la maldad intrínseca en su elocuencia verbal.
Sus “economistas estrellas”, poniendo caras de preocupación y seriedad que no poseen, nos advertirán de algunos inconvenientes, solo salvables siguiendo los lineamientos del “papá Fondo” que, lejos de traernos regalos para el arbolito de la esperanza, se asegurará de obtenerlos para sí y para los poderosos que lo sustentan.
La acumulación de mentiras es de tal magnitud, que resultará todo un prodigio nadar entre ellas, separarse de sus patrañas mediatizadas y carcomer su estructura de dominación y tortura social. Más difícil todavía será transitar este año por venir, acumulando fuerzas para derrumbar la maquinaria de destrucción masiva que ha arrasado con las convicciones y se ha apoderado de las conciencias de los más débiles.
El falso “único camino” de los sátrapas de turno deberá demolerse a fuerza de caminar por el otro, uno que ya se ha transitado y abandonado tantas veces antes de cobrar los frutos de su final. “Lo que había que hacer”, según sus intereses espúrios, deberá aplastarse con el peso de un Pueblo decidido a acabar con los oscuros manipuladores de las esperanzas de vidas dignas, resuelto a edificar una sociedad donde, cada fin de año, el resultado contable arroje la certeza de un haber creciente. Y un saldo que refleje la felicidad popular como fruto de la decisión unívoca de construir una Nación justa, libre y soberana.

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