lunes, 18 de septiembre de 2017

EL TRIUNFO DE GOEBBELS

Imagen de "La Nación"
Por Roberto Marra

No hay nadie más dudoso que alguien con certezas absolutas sobre todo. Porque es imposible que se pueda tener la seguridad de saberlo todo y considerarlo irrefutable por cualquiera. Es la mejor forma de negación del otro, al subsumirlo en una condición de simple partenaire de quien se arroga la sabiduría ilimitada.
Algo (o mucho) de eso hay en los periodistas (o quienes ofician como tales) de los grandes medios hegemónicos. Como contagiados del poder que poseen sus patrones, ejercen su trabajo de demolición de las verdades ajenas con el cinismo propio de quienes saben que no tienen fundamentos para sus dichos, pero que nada de eso importa a la hora de esculpir realidades de conveniencia para sus mandantes.
Fabricadas sus propias “verdades”, las salen a “militar” con tanto afán como si fueran creibles para ellos, sabedores de que sus falacias han sido convertidas en certezas, sin fundamentos reales. Esa falta de respaldo probatorio de sus aseveraciones no los amilana para enfrentar entrevistados de jerarquía intelectual superior.
Cuentan, para hacerlo, con la demoledora acción previa de los medios en los que ejercen sus viles procedimientos, que dedican su programación entera a destruir el prestigio y la honra de quien considere su enemigo. Con esa pertinacia habrán preparado a su público para creer que el entrevistado es como lo indican sus periodistas, sin importar las pruebas en contrario que muestre el oponente.
En ese contexto se realizó la entrevista a la ex-Presidenta Cristina Fernández. Con esos parámetros se ubicó ese abogado frente a esta Estadista, ejerciendo un rol más de fiscal que de periodista. No había real interes en conocer las verdades de “esa mujer”, sino en sostener las propias a como de lugar, en una agenda abiertamente negadora de lo trascendente y profundamente capciosa en su formulación.
Habrá que rendirse ante la evidencia de que Goebbels ha triunfado. Tanto se ha mentido, que es necesario ir hasta el mismo recinto del “diablo” mediático a explicar lo vivido, como si nunca se hubiera sucedido.
Queda la duda de cuanto le importaron sus respuestas a quienes solo piensan y actúan con odio. Queda la satisfacción, en cambio, de haber visto que una mujer con algo más que convicciones, pudo ponerle un poco de freno a la inmoralidad discursiva de estos soberbios sin escrúpulos, atávicos exponentes de una raza de esclavos del Poder, figurones pasajeros sin memoria ni dignidad.

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