Imagen de "El País Diario" |
Los
melones se están acomodando en el carro. El problema es que se trata
de un carro... de asalto. La convergencia de los integrantes del
“mejor equipo” y su líder de media lengua hacia los cuarteles,
pone en su justo término histórico el accionar de estos
desprejuiciados asaltantes del poder político, cada vez que se
sintieron “amenazados” por el populismo gobernante en otros
tiempos. Es lo natural, resulta obvia su búsqueda de las armas
respaldantes para tanta injusticia puesta en valor mediático como
paradigma de un desarrollo que nunca será.
Para
llamar a las cosas por sus nombres, esto es un saqueo. De las
riquezas y de las conciencias. De las empresas del Estado y de los
años que demandaron sus recuperaciones. Del trabajo de los honestos
y del fruto malgastado de los productores de esperanzas. Es el
desfalco ruinoso a los pequeños empresarios y la rapiña feroz de
sus inversiones. Es la usurpación maliciosa de los cargos obtenidos
con andanadas de mentiras y es el fraude repetido de la historia.
Para
sostener su latrocinio, retroceden décadas de construcción racional
de un sistema de valores de respeto a la esencia humanista de una
sociedad, que fuera consumida y arrasada por trogloditas sostenidos
por los mismos que ahora gobiernan, o por sus antepasados de
idénticos instintos perversos.
Aquellos
ejecutores de las crueldades más viles, sirvieron para asegurar las
fortunas mal habidas de estos cínicos actuales y sus “famiglias”.
Corruptos y asesinos unidos para perforar la moral y la doctrina,
anulando el conocimiento acumulado por la experiencia, a punta de
bayonetas y balas.
Adormecida
por los “mentimedios”, la sociedad contempla todavía algo
absorta la repetición de esquemas económicos y los procedimientos
de control social que aseguren aplastar cualquier rebelión contra
sus actos de avasallamiento. No culmina todavía su proceso de
re-comprensión de la realidad de la que fue su partícipe
originario, al poner su voto al servicio de sus verdugos. No se
desatan los nudos del odio y el rencor fabricado con milimétrica
capacidad de observancia de la idiosincracia irracional del desprecio
de clase.
Otra
vez los palcos presidenciales repletos de gorras y uniformes,
tratando de convencer de necesidades inexistentes de intervenciones
militares para terminar con delitos inventados. Nuevamente la amenaza
de la ocupación interior de las fuerzas destinadas a defendernos de
los enemigos exteriores. Repetidas arengas llamando a la represión,
endulzada con una falsa pátina de protección de los ataques de los
“malos” de esta repetida película.
Aquí
y en todas partes de Nuestra América, los “malos” son quienes no
admiten más sus infinitas degradaciones, quienes no soportan la
continuidad del pillaje del resultado de sus esfuerzos, quienes
sostienen con honor las banderas que sirvieron para transformar las
sociedades en ámbitos de dignidad. Son los auténticos constructores
de una identidad nacida hace más de dos siglos de la mano de
aquellos imprescindibles soñadores de libertades tantas veces
pisoteadas, creadores de ejércitos al servicio del Pueblo que los
integraba. Esos ejércitos de tristes devenires históricos, de los
que ahora busca servirse el Poder para detener la imparable (e
impostergable) reacción popular.
No hay comentarios:
Publicar un comentario