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Mucho
se habla sobre las presiones que el (des)gobierno (anti)nacional
ejerce sobre los gobernadores. Como resultado de ellas, las manos de
los senadores se elevan prestas ante los requerimientos apurados de
aquellos, necesitados de fondos para asegurar sus continuidades
(inútiles) al frente de cada Provincia. Todo esto pasa sin que
genere demasiado espanto por semejante desvío del más mínimo
sentido de la dignidad y, sobre todo, de la protección de los
intereses reales de los habitantes de esas provincias.
A
nadie parece importarle que la extorsión haya pasado a ser regla
para las relaciones entre Estados. No se alzan las voces de los
puritanos institucionales que tanto gritan para agraviar a sus
enemigos populistas y se toma como algo normal el “toma y daca”
sucio entre poderes. Gracias a la “colaboración desinteresada”
de los medios del Poder, los ciudadanos pierden cada día sus
condiciones de tales, para convertirse en meros espectadores del
juego de reparto de beneficios entre los socios fabricantes de
desgracias populares.
A
pesar de ceder ante las presiones de los “cambiadores” con
absoluto desparpajo, gobernadores y legisladores insisten en llamarse
a sí mismos “oposición”. Lo que nos lleva a reflexionar sobre
las razones de sus aceptaciones de las órdenes presidenciales para
hacer lo que se les ocurra en su camino hacia la destrucción de la
Nación como tal. Porque al acatar los pedidos a la carta que se les
proponen, evidencian lo real de la existencia de esos escondidos
“muertos en el placard” con los que se los extorsionan.
A
partir de ahí, ¿es posible pensar a estos personajes como parte de
la construcción opositora al régimen neoliberal que nos empuja al
abismo social más profundo de la historia? Si han tenido que
esconder aquellos “muertos”, ¿no es porque se derivan de actos
de corrupciones en los que han participado o a los que dejaron hacer?
Estos
brutales ajustadores provinciales, corren presurosos ante cada
reunión promovida por el inepto okupa de la Rosada, para salir
después a declarar sobre las necesidades de la unidad nacional y
otras perogrulladas por el estilo, pero escondiendo sus “arreglos”
miserables por debajo de la mesa de las negociaciones mafiosas, de
las que se valen los integrantes de la pandilla votada por un pueblo
que tampoco reconoce con hidalguía su desastrosa obnubilación con
la palabra corrupción y la negación de la realidad que antes lo
cobijaba.
Ahora,
inventada la nueva “zanahoria” politiquera del “gran acuerdo
nacional”, reviviendo hasta las palabras de aquel que pretendió
servir de barrera al “populismo” por los años '70, aparecen los
Urtubey & Cia con pretensiones de liderazgos berretas para
asegurarse sus continuidades expoliadoras en cada Provincia, como los
“señores feudales” que siempre fueron, apañando los arreglos
espúrios con el FMI, para solaz de los ladrones de las vidas de los
empobrecidos habitantes de casi todas las naciones del Mundo.
¿Será
posible la valentía que limpie de estos corruptos reales el campo
popular? ¿Podrá ejercerse con dignidad el concepto de unidad,
apartando a estos personajes nefastos que, si no se lo hace,
terminarán minando cualquier intento de modificar la estructura de
poder que los sustenta? ¿No debiéramos ser los mismos interesados
en trocar el presente por otro que nos integre a un Proyecto
autenticamente Nacional y Popular, quienes denuncien sus corrupciones
y abran los placares del horror que han escondido desde siempre?
Si
las respuestas positivas a estos interrogantes no llegan a tiempo,
veremos nuevamente reproducirse y extender sus tentáculos a la
temible y eterna maquinaria del engaño, fabricante de gente sin
conciencia y asesina de un Pueblo olvidado de su historia.
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