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Las
“calificadoras de riesgo” se han puesto nuevamente de moda. Con
increíble hipocresía, nos advierten del mal estado de nuestra
economía, a pesar de haber sido eternos partícipes en la llegada de
este tipo de gobiernos en todo el Mundo. Ahora, con su permanente
prédica de exclusivo interés financiero, alejadas de todo lo que
huela a beneficios reales de los pueblos, nos avisan del desastre al
que nos dirigimos gracias a las bestialidades económicas del “grupo
de tareas” neoliberal que se apoderó de la Rosada.
Conviene
recordar que estas mismas empresas acompañaban las falsedades de los
opositores al anterior gobierno, poniendo “malas notas” a la
gestión que, con sus más y sus menos, había colocado a nuestra
Nación en el camino de una estabilidad financiera que permitía el
crecimiento individual y el sostenimiento de proyectos de desarrollo
que elevaban la calidad de vida general y aseguraban la tranquilidad
de un futuro previsible o, al menos, controlable.
Moody’s,
The Sunday Times, Financial Times, Fitch y otras por el estilo, son
esas entidades supra-nacionales que actúan, sin decirlo, para
asegurar los intereses del Imperio y sus socios mayoritarios,
mintiendo cuando hace falta para lograr cambios favorables a sus
objetivos de dominación financiera y económica mundial.
Con
base en números a veces reales, a veces inventados, pegan el grito
de alerta ante los desvíos del camino que los lleva (a sus
mandantes) al apoderamiento de las estructuras de poder económico de
cada País, sin importarles ni en lo más mínimo el destino de
miserias al que nos conducen a los pueblos que vivimos en ellos.
Nunca ven los horrores que hacen los gobernantes de su matriz
dominante, y menos todavía atienden las certezas que se les puedan
mostrar desde los “populismos” que tanto desprecian.
Enfrascados
en sus “teorías”, falsificadoras de la vivencias reales,
estigmatizantes de las políticas de justicia social, señalan con
sus dedos manchados de la sangre de millones de víctimas de sus
improperios financieros a quienes se atreven a soslayar sus
“consejos” para atender los intereses populares con independencia
y valentía soberana.
No
les importa bajar las inflaciones, ni detener las subas del
fetichista dólar, ni evitar la caída de los salarios, ni bajar el
famoso déficit, ni estimular la producción con inversiones
fantasmales que jamás vemos. Solo importa el pago de la deuda que,
sin casualidad alguna, han sido copartícipes en que las contrayamos,
alimentando la rueda de la especulación de la que viven.
No
deben importarnos un ápice sus opiniones. No podemos aceptar que se
conviertan en la fuente de la sabiduría diaria ni en alimento de
nuestras disputas internas, ni en las palabras endiosadas que nos dén
sus sentencias. No podemos darnos el lujo de caer, por enésima vez,
en la trampa de la voracidad capitalista neoliberal, que nos ha
conducido (siempre) a la decadencia y la destrucción social.
Cómplices
por conveniencia del “gobierno de los gerentes”, ahora vienen por
más, sabiendo siempre de antemano lo que los “mercados” preparan
en su próximo asalto (porque “son” los “mercados”), mientras
los contumaces mentirosos del “cambio”, nadan en sus propios
excrementos financieros, enchastrando a quienes todavía continúan,
ciegos de odios irracionales, caminando hacia la puerta de un
infierno demasiado conocido.
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