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Por Mónica López Ocón *
Minucioso, modesto y trabajador incansable, el historiador se mantiene
lejos de las tentaciones y peligros del divismo intelectual. Un lúcido análisis
de la situación política actual, el radicalismo, el peronismo y la injerencia
de los grupos económicos concentrados. El historiador Norberto Galasso se
autodefine como un hombre de la izquierda nacional. Desde esta posición lee
tanto el pasado como el presente del país. En esta nota, las reflexiones
políticas de un hombre que ha hecho del trabajo histórico silencioso, la
coherencia y la ética una forma de vida.
–¿Cómo ve el momento político
actual? ¿Cree que estamos asistiendo realmente a un punto de inflexión de la
historia del país?
–Hay un avance apreciable.
Quienes vivimos los sucesos de 2000 y 2001, cuando los jóvenes se iban
masivamente del país, estamos presenciando grandes cambios como, por ejemplo,
que muchos científicos hayan vuelto al país. Arturo Jauretche decía que Martínez
Estrada se tenía miedo a sí mismo de tan izquierdista que era. Hay gente que es
tan izquierdista que sólo ve lo que falta. Y lo que falta es evidente. Hay un
30% de trabajadores en negro sin protección social. El control de precios se
hace difícil porque los grandes consorcios están muy oligopolizados o
monopolizados e influyen sobre ellos. Pero el común de la gente lo que ve es
que hay inflación y cree que la culpa es del gobierno. Lo mismo sucede con la
inseguridad, que en realidad proviene del descalabro de toda una generación que
no conoció lo que es el trabajo y sufrió una desocupación que llegó a ser del
24 o 25 por ciento. A eso hay que sumar el tema del narcotráfico, que es un
problema mundial. Hay gente que mira la parte del vaso que está vacío y nosotros
miramos lo que se ha avanzado. Cuando Néstor decía que estábamos saliendo del
infierno para entrar al purgatorio creo que tenía razón, y tuvo también razón,
en el gobierno de Cristina, con la 125 que, desgraciadamente, salió mal y fue
un factor de debilitamiento del que el gobierno luego se recuperó.
–¿Cuáles son las deudas
pendientes?
–Creo que hay que fortalecer el
campo popular, polemizar y lograr una mayor democratización de las
organizaciones sindicales e incluso de las organizaciones políticas. El PJ es
un nombre y en el radicalismo está Cobos, que es bastante representativo de la
crisis de la dirigencia política. Es cierto también que han surgido figuras de
importancia.
–¿Quién, por ejemplo?
–Axel Kicillof. También algunas
figuras de los movimientos sociales como "El Chino" Navarro. Raimundi
es también una figura interesante. Hay gente, pero la política depende de la
correlación de fuerzas y con las 300 bocas que tiene Clarín para difamar y los
trepadores que buscan acomodarse –no vamos a hacer nombres– la situación se
complica. Además, también ha habido errores. Yo tenía una gran confianza en el
MTA por su actitud combativa con el menemismo y también en la CTA. Creí que de
allí podían surgir dos organizaciones sindicales con destino a unirse y tener
una presencia de los trabajadores realmente importante, pero eso no ha sucedido
y el protagonismo de la clase trabajadora ha disminuido.
–Hoy hay quienes parecen no
recordar lo que sucedió en la Argentina en 2001 o lo que fue la dictadura.
Incluso, hay quien no piensa en la democracia de la que se disfruta hoy como
una conquista. ¿De qué modo lee usted la recuperación de la democracia?
–Creo que hay varios factores que
inciden en el hecho de que la dictadura haya entrado en declinación y se haya
llamado a elecciones. Pero los protagonistas sustanciales diría que son, por un
lado, las Madres de Plaza de Mayo y, por otro, un sector del sindicalismo
combativo que generó varias concentraciones populares. Después, hacia el final,
la multipartidaria juega un papel apurando las elecciones, pero creo que, en
general, los dirigentes políticos de los partidos mayoritarios jugaron un papel
bastante escaso. En algunos casos colaboraron y en otros no tuvieron forma de
dar respuesta a ese clima de terror implantado, de miedo, de persecución y
reconversión de la economías. Insólitamente, las que le dieron a la dictadura
un desprestigio mundial fueron las Madres con su coraje increíble y su
presencia permanente todos los jueves en la Plaza.
–¿Los líderes de los partidos
mayoritarios no pudieron intervenir, no supieron cómo hacerlo o qué fue lo que
les pasó?
–Creo que una característica de
los países coloniales, semicoloniales o dependientes, de los países que no
ejercen realmente su soberanía, es la aparición de movimientos nacionales que
tienen un momento de auge, de desarrollo enfrentando esa dependencia y que
generan líderes que llevan adelante procesos de avance como sucedió con el
yrigoyenismo en su momento y con el peronismo, especialmente del '45 al '55 y
luego durante la resistencia. Pero tanto en el caso del radicalismo como del
peronismo, la muerte del líder incidió mucho en el proceso de declinación. Lo
que se llamó la "alvearización del radicalismo" viene ya del año '33.
Desde la muerte de Yrigoyen en adelante, el radicalismo empieza a ser un
elemento más del sistema que convalida el fraude, que lleva a la Unión
Democrática en el '46 a los dirigentes que habían sido enemigos de Yrigoyen.
Con respecto al peronismo, la muerte de Perón provoca un enfrentamiento cada
vez mayor que ya se venía dando desde antes. Se trata de movimientos
policlasistas en los que todos coinciden en apoyar al líder pero por razones
diferentes. Recuerdo que cuando teníamos la alternativa de votar a
Alfonsín o Luder, Luder lo que menos parecía era un peronista del '45, más bien
daba la imagen de un constitucionalista o de un profesor austríaco que poco
tenía que ver con Beriso, con Avellaneda, con todo aquello de lo que se había
nutrido el peronismo. Por eso, en muchos casos, hubo radicales y peronistas que
fueron intendentes de la dictadura y que tuvieron su responsabilidad en el
momento en que esa dictadura se produjo.
–¿Por ejemplo?
–Durante la declinación del
peronismo no sólo estuvo presente la figura de López Rega, sino que, además,
cuando tuvieron la posibilidad de decir algo para tratar de salvar la situación
–Isabel ya había hablado de elecciones para que el pueblo se definiera– las
declaraciones fueron completamente vacías. Fue una declinación de la dirigencia
política que, en alguna medida, se relaciona con la declinación que hubo en los
años '40.
–¿Qué fue lo que sucedió en
ese momento?
–Puiggrós dice que en el '40 toda
la dirigencia política era de derecha, desde la derecha propiamente dicha hasta
la izquierda misma, que jugaba con la derecha. Ahí surgió la Unión Democrática.
Hoy podríamos decir que cuando llegamos al 2001, salvo la figura de Kirchner,
pasó algo similar. En 2003 las elecciones las gana Menem en primera vuelta y el
tercero era López Murphy, de modo que el panorama era desolador. Kirchner tuvo
la capacidad suficiente para entender el momento que se vivía e iniciar un
proyecto distinto pero, en general, había una declinación bastante notable de
los partidos mayoritarios. Hoy, por ejemplo, la oposición lo único que quiere
es que Cristina desaparezca del poder pero no ofrece ningún modelo alternativo.
Desde el oficialismo también se refleja una cierta debilidad porque de Cristina
a la segunda línea hay una diferencia bastante apreciable. Es decir que las
mayorías populares, los trabajadores que protagonizaron el 17 de octubre y el
Cordobazo, que han llenado la Plaza convocados por los dirigentes sindicales,
algunos de los cuales han tenido una trayectoria correcta y otros han
declinado, y el entusiasmo de los chicos de La Cámpora son cosas que suceden
por abajo, pero no se reflejan en un grupo de dirigentes importantes. No
contamos, por ejemplo, con diez candidatos importantes, sino con pocos. A
veces, las decisiones se toman en mesas chicas, no se da un debate lo
suficientemente rico acerca de cuál es la sociedad que queremos. Esto sucede
desde la oposición y desde el oficialismo.
–¿La democracia fue una
conquista o una mera declinación de los militares en el poder?
–Creo que los militares se
complicaron al meterse en el asunto de Malvinas, pero hicieron lo que querían
hacer a través de Martínez de Hoz porque, más que los militares, el cerebro del
golpe del '76 fue él. Se detuvo el proceso de industrialización, se ató la
economía al Fondo Monetario Internacional y se definió la política exterior
como "relaciones carnales", es decir, de dependencia total. Además,
se sofocó a la clase trabajadora con los contratos basura y todas las medidas
antipopulares que se tomaron. Lograron producir las condiciones para que se
forjara un grupo de empresas o consorcios que podrían haber sido una burguesía
nacional en el sentido de tratar de desarrollar una economía propia, pero no
fue así. Macri, Bulgheroni, Pérez Companc casi todos ellos nacen en el '45,
'46, '47, '48, pero se vinculan al mercado externo como Tenchint, por ejemplo,
que vende la mayor parte de su producción afuera, o Aluar, que también vende la
mayor parte afuera. Esto dificulta el pacto social porque a estas empresas les
gusta trabajar con salarios bajos y, si venden adentro, necesariamente, les
guste o no, tienen que darles a los trabajadores un poder de demanda de compra
para poder colocar su mercadería. Si venden afuera, como habitualmente lo hacen
Bulgheroni o Pescarmona, el país queda convertido en una factoría en la que hay
una clase económica dominante integrada por la Sociedad Rural, industrial en
algunos aspectos de estos grandes consorcios y comunicacional en la
concentración poderosa de Clarín, por ejemplo. Estos grupos no quieren el
protagonismo popular ni la redistribución del ingreso. Ese es, precisamente, el
quiebre que se da en 2003, por lo que han apelado y siguen apelando a todo,
incluso a lo más cruel y más bajo para no perder sus privilegios que están
ligados al gran capital multinacional. Pero hay elementos ciertos para decir
que en Estados Unidos y en Europa lo están pasando bastante mal. Hay allí una
situación de declinación. Estamos en un momento de cambio y los privilegiados
se agarran con uñas y dientes para no perder sus privilegios. Por eso, aquí hay
personajes que han pasado de la centroizquierda a la derecha. Periodistas a los
que uno les tenía confianza se han convertido en personajes insoportables. Este
es un momento difícil en que el campo popular tiene que multiplicar los
esfuerzos para lograr que los avances logrados en esta década ganada se
profundicen y no se estanquen o se pierdan. Yo suelo recordar una frase de
Manuel Ugarte que decía que no hay nada más peligroso que una revolución a
medias. Cuando se comienza a hacer cambios, el enemigo empieza a alertarse, a
prevenirse. Si los cambios no se pueden profundizar o la dirección del campo
nacional no tiene ambiciones de ir más allá, hay grandes peligros de
declinación y retroceso.
–Claro, porque el enemigo
avanza.
–Sí, esos grupos han perdido
privilegios, la redistribución del ingreso ha cambiado en pocos años. A pesar
de que no ha cambiado tanto como durante el peronismo, que llegó al 56% para
los trabajadores, ha cambiado bastante. Aunque la reactivación también les
permite hacer negocios y los hacen, temen el protagonismo popular y tienen un
odio de clase que es el mismo que los llevó a despreciar a las chusmas
yrigoyenistas y al cabecita negra, a secuestrar el cadáver de Evita y a
desterrar a Perón.
–¿Cuál es el antecedente
histórico de estos grupos?
- Son los grandes privilegiados de
la Revolución de Mayo, que eran los monopolistas frente al Plan de Operaciones
de Moreno que hoy tanto se discute diciendo que es apócrifo y todas esas
macanas. Moreno decía: "Desgraciados los países en que la riqueza está
concentrada en pocas manos."
Autodefinición
"Siempre le tuve
desconfianza al radicalismo –dice Galasso– pero no he sido antialfonsinista a
muerte como algunos peronistas. Tampoco soy peronista. Siempre fui un hombre de
la izquierda nacional que reivindicó a don Hipólito y que apoyó a Perón. Sentí
que Néstor Kirchner expresaba la democracia sobre todo cuando se tiró, cuando
se lanzó sobre la gente. Esa es una imagen de él que me quedó muy grabada
porque me pareció que ese acto era un acto de comunión con el pueblo. Por
supuesto que apoyé el Juicio a las Juntas, pero allí participaron muchos
personajes que luego tomaron otro rumbo. Siempre desconfié un poco del
radicalismo a pesar de que mis tíos eran radicales y vengo de una familia
radical por vía materna, pero ellos eran radicales de Yrigoyen, radicales que
fueron a pedir armas el 6 de septiembre del '30 para parar el golpe. Reconocí
algunas virtudes en Frondizi, que era un estadista, pero que prácticamente no
pudo gobernar y cuya concepción política fue sometida por el desarrollismo de
Frigerio. Mi viejo era de una familia socialista de izquierda y en su
experiencia práctica me hizo ver muchas cosas. Él tenía un negocio de
compostura de relojes en el que se vendían algunas joyas no muy importantes. Él
me decía que durante el peronismo aparecieron clientas nuevas que eran las
empleadas domésticas que venían del interior que antes sólo pasaban por
enfrente en alpargatas y traje negro porque alguna vez habían tenido que
teñirlo por un duelo en la familia y luego lo siguieron usando. Durante el
peronismo aparecían una vez por mes, cuando cobraban, a comprar una pulserita o
algo así. Eran más altas porque usaban tacos y tenían ropa de colores.
*Publicado en Tiempo Argentino
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