Todos
sabemos, aunque algunos se hagan los distraídos, que existen varios
mundos en el Mundo. Que la realidad es demasiado diversa como para
sentenciar livianamente sobre las sociedades y sus desarrollos, sin
considerar la complejidad de las interrelaciones entre sus
integrantes y sus vinculaciones con otras sociedades. Ahí aparecen,
dependiendo de cada Nación y su evolución cultural (no la
académica, sino la que genera el Pueblo), las mejores y las peores
características de los humanos reunidos en comunidad.
A
esto se agrega la influencia del sistema económico predominante,
apabullantemente capitalista y neoliberal, por estos tiempos de
dominios mediatizados y gobiernos sumisos ante un imperio decadente
en manos de un mitómano guerrerista. Con las excepciones del caso,
la mayoría de los gobiernos del Mundo se prestan al juego imperial,
aunque algunos elevan la apuesta del chupamedismo, para tratar de
integrar el “selecto” grupo de alumnos preferidos del tirano
planetario.
Tal
como en aquella recordada película “El Planeta de los Simios”,
una nueva/vieja raza de humanoides está dominando la escena, ante el
estupor y la incapacidad de reacción de los sometidos por sus
perversas acciones. Con pocas neuronas al servicio de la comprensión
de la realidad, logran sin embargo alterar los conceptos más
elementales que la humanidad se había dado tras milenios de
construcción de sociedades, donde los valores (transformados en
derechos) más trascendentes eran los del respeto a la vida, la
libertad, la paz, el bien común, la verdad, la solidaridad.
“Jugando”
con cosas que no tienen remedio (diría Serrat), arrasan con pueblos
enteros, modifican sus vidas y las hacen miserables, enlodan las
virtudes de las mejores personas, hunden las economías prósperas
con el único fin de apoderarse de todo, todo con la colaboración de
sus esclavos sociales, los ilusos pretendientes a convertirse también
en esa raza de perfectos idiotas con ínfulas de inteligencias sin
sustento.
Miran
y no ven a los pobres. Miran y no captan las miserias con las que
ellos cooperan. Ojean los diarios noticieros de los mentimedios, para
convencerse de sus justos caminos, mientras se pudren a sus costados
las vidas de millones de sub-humanos, así considerados por quienes
los explotan y segregan. Ignoran las miles de manos suplicantes de
mendrugos, las vidas perdidas en los mares de los refugiados sin
destino, los pibes chapoteando inundaciones de abandonos.
Aquí,
en este rincón extremo de nuestro sub-continente, algunos
integrantes de esa nueva/vieja estirpe de ladrones de historias y
verdades, nos convidan a un banquete que solo comerán ellos. Nos
invitan al disfrute de sus comilonas de billetes, para que observemos
como fabrican nuestro destino de nimios miembros de una sociedad
comprimida contra un abismo hacia el que caminamos de espalda. Nos
someten a las torturas más atroces, las que destrozan las esperanzas
y demuelen los derechos ganados con décadas de luchas y miles de
sacrificados.
Conviene
recordar que, como sucedió en aquel viejo film, con la
rebelión de los sometidos seres humanos, unidos a los mimetizados
con el Poder que rompieron sus cadenas de inconciencias, es posible
vencer a los “malos” de esta “película” hecha realidad.
Razón y pasión son las armas más mortales para terminar con el
reinado maldito de los poderosos in-humanos. Lucha y voluntad son las
espadas que horadan sus mentiras. Y la unidad de los que aún estamos
vivos (dixit Víctor Heredia), es el muro donde acabarán sus días
los diabólicos pretendidos dueños de nuestro tiempo.
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