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La
construcción de verdades a medida de los intereses de quienes las
expresan, es uno de los grandes “descubrimientos” que han logrado
evitar el avance de la historia hacia estadíos superiores para los
pueblos. Esas afirmaciones falsas son expresadas con una parafernalia
de absurdos envueltos en el papel de fantasía de discursos
estudiados por expertos en comunicaciones sociales, denigrantes seres
pensantes dedicados a corromper la verdad para degradarla y
pisotearla en el barro de la ignorancia colectiva.
Cuentan
ahora con un arma sublime, las redes sociales, convertidas en
paradigmas de la mentira organizada para sostener el Poder en manos
de quienes siempre lo tuvieron. Amplían sus verborrágicas falsías
a traves también de la vieja televisión, gracias al monopolio
ejercido en base a los muchos billetes que facilitan y blanquean las
sonrisas embusteras de “comunicadores” de sapiencias menores a
los orangutanes, pero elevados a la condición de “estrellas” del
“periodismo”.
Si
hay un lugar donde todo esto se ha ejercido con un esfuerzo
descomunal, es Venezuela. Esta Nación es el objetivo de estos
tiempos de infinitas patrañas y engaños, tratando de derribar a uno
de los pocos gobiernos que no les responden a los mandatos imperiales
y las conveniencias de sus agentes locales, vendepatrias disfrazados
de ciudadanos preocupados por derechos humanos que pisotearon y
degradaron mientras pudieron gobernar.
Por
supuesto, actúan con el acompañamiento de los nuevos “líderes”
del neoliberalismo surgidos tras el derribo de la oleada popular que
le había dado respiro cierto a la población de Nuestra América
hasta hace poco tiempo. Más “papistas que el Papa” (aunque lejos
de Francisco), son las voces que se elevan para exponer al gobierno
bolivariano y chavista como una dictadura feroz.
No
hay demostración que valga para estos energúmenos dedicados a
prohijar golpes de estado, invasiones, destrucción económica,
ahogos financieros y estigmatizaciones del Presidente de aquella
República. El asedio es sin tregua, sin observar la más mínima de
las reglas de convivencia entre estados soberanos. Es lógico, dada
su pertenencia al “selecto” grupo de “estadistas preocupados
por la democracia”, en realidad, miserables sirvientes de los
dueños del circo de la hipócrita calumnia que los sustentan.
Ahora,
cuando otra elección ha terminado con el triunfo aplastante del
candidato Maduro, lejos de reconsiderar (aunque sea por estrategia)
las formas de sus ataques a la verdad, recrudecen las “pos-verdades”
fabricadas a medida, sostenidas sin sonrojos por los perdedores, que
gritan fraude como lo han hecho siempre que perdieron. Y muy lejos de
estudiar la compleja realidad venezolana para opinar con mayor
certeza, ridículos aprendices de la in-comunicación hacen alarde de
conocimientos que no tienen para afirman lo que nunca entendieron.
El
camino venezolano para ese intento de modificar la eterna historia de
pobrezas y miserias, lo eligieron ellos, después que Chávez
despertó a Bolívar. No es una cita grandilocuente ni un discurso
retórico con la simple intención de validar una figura política.
Porque la historia demuestra que siempre existen los hombres y
mujeres grandes, capaces de cambiar los rumbos que parecían
insoslayables, trocando la desmoralización por optimismo y la
inmoralidad por lo virtuoso.
Lo
que sigue no será menos crudo que lo hasta ahora acontecido.
Venezuela será todavía más atacada, su gobierno no dejará de ser
ridiculizado por los medios, su pueblo no podrá librarse de la
guerra desgastante de sus conciencias. Pero tiene un reaseguro, una
semilla sembrada por aquel que le dio nuevas esperanzas, que
terminará germinando hasta convertirse en los sencillos frutos de
sus vidas mejores. Y en el escudo protector de una independencia que
se deben desde hace más de doscientos años.
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