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Ya
que la palabra democracia proviene de la unión de dos palabras, en
ese caso de origen griego, nos podemos dar el lujo de inventar una
nueva, uniendo un vocablo latín y el otro griego, para poder
conformar entonces un término que explique mejor un tipo de gobierno
específico que se está dando en nuestro País: la “iudexcracia”,
que no sería otra cosa que el gobierno... de los jueces.
Esta
licencia idiomática nos permite comprender mejor las característica
del actual proceso político, cuyo orígen electoral suele confundir
a los analistas livianos, que ya hartan con la aclaración de lo
demócrata de su llegada al gobierno, olvidando, para sus
conveniencias, la infinita cantidad de actos dictatoriales que a
diario sufren los ciudadanos, acciones impúdicas apañadas por el
Poder menos democrático de todos: el Judicial.
La
circense intervención al Partido Justicialista, de la mano de la
juez Servini y con la participación “estelar” de Barrionuevo,
payaso todoterreno de ese circo impresentable, es solo una muestra
más del descalabro judicial que transitamos. Tras esa máscara de
supuesto “honor” tras la que se refugian estos (y estas) cuerpos
burocráticos del derecho, están los verdaderos rostros
esperpénticos de un Poder del que forman parte, a cambio de un
status de superioridad social que no podrían demostrar por sus
valores morales, ya en el final de la putrefacción.
Apresando
inocentes, degradando sus derechos, olvidando las leyes y la
Constitución, actúan con la impunidad de quienes se saben
necesarios para proteger a sus socios, conformando una especie de
“mafia” judicial que ejecuta... lo que el ejecutivo no puede por
sí mismo. Cuentan también con el beneplácito de los “sangucheros”
legislativos, que acrecientan sus beneficios políticos (y de los
otros), soñando con triunfos oscuros en base a las proscripciones de
sus ex-compañeros.
Mientras
todo ese devaneo mediático-judicial sigue su ruta de enrarecimiento
antidemocrático, el presidente se da el gusto de elogiar a la
dictadura brasileña que encarcela a su principal opositor para
garantizar una continuidad imposible de otra manera. Es el deseo más
profundo de este anómalo conductor de nuestros malos destinos, que
desprecia las reglas democráticas (si es que estas existen de
verdad), para acentuar la expoliación económica a la que han
venido.
Y al
tiempo que tantos despropósitos se muestran como “éxitos” de
esta pluto-cracia disfrazada de eficaz, con humos pestilentes de
operaciones mediáticas que ayudan a esconder las transacciones
financieras espúrias de cada funcionario del ejecutivo, se
profundizan las vejaciones sociales y aumenta la incertidumbre
endeudada de un Pueblo que hace rato dejó de ser prefijo de la
palabra “cracia”.
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