viernes, 27 de abril de 2018

INMOBILIARIA MUNICIPAL

Imagen Rosario12
Por Roberto Marra

Cuando se escuchan las opiniones de algunos concejales de Rosario, puede establecerse que, en realidad, no hablan como tales, sino como agentes inmobiliarios o representantes de empresas de la construcción. Nada hay en lo que dicen que pueda considerarse derivado de la comprensión de ser partícipes de decisiones que afectan a los habitantes presentes y futuros de esta urbe. Siempre con la palabra “inversiones” en la boca, transforman la actividad parlamentaria en un simple debate por negocios, con sentencias economicistas derivadas de sus condiciones de “feligreses” de la dominante “religión” neoliberal.
Ahora con un nuevo proyecto inmobiliario en pleno microcentro, antes con otros similares en la zona norte de la ciudad, siempre se termina discutiendo metros más o metros menos de altura, o superficies extras a otorgar, dejando de lado lo trascendental de la conformación de una urbe que parece estar destinada a ser avasallada permanentemente por empresarios que solo les interesa acumular materiales, vacíos de sentido urbanístico.
Lejos parecen de comprender las razones que hacen a un desarrollo urbano que permita generar nuevas formas de relacionamientos de los ciudadanos con su hábitat. No se muestran nada interesados en producir novedosas maneras de uso del mismo, de reconvertir a los espacios no ocupados en otra cosa que simples amontonamientos de departamentos u oficinas destinados a algunos privilegiados o, lo que es peor, a una especulación tan sucia como los orígenes de los dineros que sustentan las famosas y tan alabadas inversiones.
Como si tales concepciones antiurbanas no fueran suficientes muestras de las ineptitudes (o las complicidades), otra vez se volverá a utilizar el chantaje de la “renovación” de un centro alicaído, como si esto sucediese por la falta de edificios grandilocuentes, haciendo como que ignoran las razones de una economía que está arrasando con la capacidad de consumo de las mayorías y arruinando a los porfiados comerciantes que ya no logran solventar las inmensas tarifas con las que se los castiga.
Sin considerar en absoluto las saturaciones infraestructurales, sin atender las necesidades alternativas que pudieran cubrirse con la derivación de esas inmensas inversiones hacia soluciones de desarrollos de otros sectores urbanos mucho más necesitados, cegados ante las miserias sufridas por miles de rosarinos abandonados a un destino sin derecho a su ciudad desde hace varias generaciones, olvidando las complejidades congruentes a la hora de la toma de decisiones de tanta trascendencia, simplemente levantan sus manos para rematar espacios urbanos (y sus decisiones) al mejor postor que, no casualmente, siempre es el mismo.
Otro monumento al desprecio urbanístico se está por concretar. Nada parece que pudiera detenerlo, porque las decisiones empresariales superan facílmente a las de los representantes de un Pueblo que casi ni existe a la hora de las manos en alto para asegurar ventajas a los poderosos. Paradójicamente, cuando mayores son las alturas permitidas a los especuladores, más parece hundirse la ciudad en un irreversible proceso liquidador de su historia construída. Y mientras la complicidad, la brutalidad y la ignorancia de los peores habrán ganado otra votación, la ciudad habrá perdido su destino.

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