Imagen Rosario12 |
Cuando
se escuchan las opiniones de algunos concejales de Rosario, puede
establecerse que, en realidad, no hablan como tales, sino como
agentes inmobiliarios o representantes de empresas de la
construcción. Nada hay en lo que dicen que pueda considerarse
derivado de la comprensión de ser partícipes de decisiones que
afectan a los habitantes presentes y futuros de esta urbe. Siempre
con la palabra “inversiones” en la boca, transforman la actividad
parlamentaria en un simple debate por negocios, con sentencias
economicistas derivadas de sus condiciones de “feligreses” de la
dominante “religión” neoliberal.
Ahora con un nuevo proyecto inmobiliario en pleno microcentro, antes con otros similares en la zona norte de la ciudad, siempre se termina discutiendo metros más o metros menos de altura, o superficies extras a otorgar, dejando de lado lo trascendental de la conformación de una urbe que parece estar destinada a ser avasallada permanentemente por empresarios que solo les interesa acumular materiales, vacíos de sentido urbanístico.
Ahora con un nuevo proyecto inmobiliario en pleno microcentro, antes con otros similares en la zona norte de la ciudad, siempre se termina discutiendo metros más o metros menos de altura, o superficies extras a otorgar, dejando de lado lo trascendental de la conformación de una urbe que parece estar destinada a ser avasallada permanentemente por empresarios que solo les interesa acumular materiales, vacíos de sentido urbanístico.
Lejos
parecen de comprender las razones que hacen a un desarrollo urbano
que permita generar nuevas formas de relacionamientos de los
ciudadanos con su hábitat. No se muestran nada interesados en
producir novedosas maneras de uso del mismo, de reconvertir a los
espacios no ocupados en otra cosa que simples amontonamientos de
departamentos u oficinas destinados a algunos privilegiados o, lo que
es peor, a una especulación tan sucia como los orígenes de los
dineros que sustentan las famosas y tan alabadas inversiones.
Como
si tales concepciones antiurbanas no fueran suficientes muestras de
las ineptitudes (o las complicidades), otra vez se volverá a
utilizar el chantaje de la “renovación” de un centro alicaído,
como si esto sucediese por la falta de edificios grandilocuentes,
haciendo como que ignoran las razones de una economía que está
arrasando con la capacidad de consumo de las mayorías y arruinando
a los porfiados comerciantes que ya no logran solventar las inmensas
tarifas con las que se los castiga.
Sin
considerar en absoluto las saturaciones infraestructurales, sin
atender las necesidades alternativas que pudieran cubrirse con la
derivación de esas inmensas inversiones hacia soluciones de
desarrollos de otros sectores urbanos mucho más necesitados, cegados
ante las miserias sufridas por miles de rosarinos abandonados a un
destino sin derecho a su ciudad desde hace varias generaciones,
olvidando las complejidades congruentes a la hora de la toma de
decisiones de tanta trascendencia, simplemente levantan sus manos
para rematar espacios urbanos (y sus decisiones) al mejor postor que,
no casualmente, siempre es el mismo.
Otro
monumento al desprecio urbanístico se está por concretar. Nada
parece que pudiera detenerlo, porque las decisiones empresariales
superan facílmente a las de los representantes de un Pueblo que casi
ni existe a la hora de las manos en alto para asegurar ventajas a los
poderosos. Paradójicamente, cuando mayores son las alturas
permitidas a los especuladores, más parece hundirse la ciudad en un
irreversible proceso liquidador de su historia construída. Y
mientras la complicidad, la brutalidad y la ignorancia de los peores
habrán ganado otra votación, la ciudad habrá perdido su destino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario