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Las
cortinas son elementos muy útiles para evitar que penetre o salga la
luz de un ámbito cualquiera. No son solo recursos decorativos,
aunque formen parte de esa actividad embellecedora de la
arquitectura. Cumplen funciones que dependen de sus composiciones
materiales y de las intenciones de quien las coloque. Es por esas
características que suele utilizarse esa denominación como recurso
semántico para expresar otra cosa que no se corresponde, justamente,
con lo decorativo. Ahí aparece la conocida frase “cortina de
humo”, que de estético nada tiene, pero que resulta clarificador
de los propósitos que se manifiestan.
Los
argentinos somos especialistas en el uso de esa expresión. Mejor
sería decir, en soportar esas pesadas y espesas cortinas
inmateriales, recursos básicos de un sistema de dominación que
repite en forma permanente acciones distractivas de la realidad, para
que no reconozcamos las verdades que nos aplastan los derechos.
Hablar
de lo que nunca sucedió como un hecho real, transformar una
banalidad en “trending topic” twitero, inundar las redes sociales
de opiniones sobre algo que nunca pasó, endilgar acciones a personas
que jamás participaron en ellas, son formas prácticas que el poder
comunicacional utiliza a diario para anteponer esas fantasias que
tanto necesitan como método para ocultar la verdad que los
compromete con hechos repudiables.
Sin
embargo, con ser absolutamente falsos, esos casos ocultados por el
humo de las mentiras, se transforman en realidades que dañan
irrversiblemente las pretensiones de quienes se oponen a las
bestialidades gubernamentales. Encarcelar dirigentes sin pruebas,
pero acusados hasta el delirio con fantasías mediáticas, ha sido un
recurso más que importante para distraer la atención de sus reales
atracos sistemáticos, con frases del estilo de “se robaron todo”
(los otros, nunca ellos).
Nada
más atractivo para las mentalidades necesitadas de encontrar
culpables fáciles, acostumbradas a resolver juicios con simples
sentencias de colas bancarias. Nada mejor para espesar las cortinas
del humo de las falsedades, que atacar en profundidad al centro
neurálgico de sus opositores, al símbolo institucional por
excelencia de quienes todavía defienden causas justas, para tratar
de disolverlo mediante historias y personajes impresentables.
Quieren
asfaltar el camino hacia otro mandato, apartando y aplastando a los
rebeldes. Se saben poderosos e intentan el fin de las ideas que tanto
desprecian. Sostenidos por las columnas de imbéciles con cartelitos
de deseos de muerte a la “yegua” que los precedió, apañados por
los medios de los que son socios, cubiertos por jueces sin moral e
impulsados por la embajada del imperio que los necesita, siguen
soplando fuerte el fuego de las miserias y el escarnio, para generar
más humos, más cortinas de fantasías que, más temprano de lo que
creen, será barrido por el huracán de las verdades populares.
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