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Cuando
las razones estallan en la cara, suelen trastabillar las mentiras.
Suelen, pero no siempre. No entre los funcionarios del gobierno
nacional actual, que parecen tener una ceguera selectiva, la cual les
permite elegir reacciones previamente estudiadas ante cada
circunstancia. Los hechos dejan de serlo, por imperio de las
necesidades corporativas de cada ministro-gerente. La verdad es
superflua, porque los objetivos de sus negocios están siempre por
encima de los intereses de la Nación.
Así,
resulta casi “normal” escucharlos responder las requisitorias que
se les haga con incoherencias que nada tienen de relación con la
realidad ni con lo que se les pregunta. Las interpelaciones se
convierten en actos vaciados de sentido práctico, ya que solo se
presentan para exponer virtudes indemostrables y enojarse
convenientemente cuando las preguntas no tienen posibilidad de ser
respondidas.
Las
formalidades de estos actos de supuesto “republicanismo”, patinan
en el barro de la falta de capacidades de la mayoría de los
legisladores, más proclives a escenificar sus participaciones
verborrágicas para la tribuna que para el fin que (se supone) tienen
estas audiencias. Los razonamientos solo se escuchan en muy pocos
miembros de este Poder, que es manifestación imprescindible del
mandato popular que se ejerce a través de sus voces.
Allí
se ve, también, la expresión de la puja de sectores dentro de lo
que se suele denominar “campo popular”. Con las bocas llenas de
la palabra unidad, a la hora de hacerla efectiva, como acto de
grandeza para la búsqueda de la salida de tanta vileza
gubernamental, comienzan los devaneos sectoriales que imposibilitan
avances reales ante la prepotencia de los “dueños de la pelota”
y de “la cancha”, habituados a negar y ventajear, sabedores de la
protección mediática y de los millones que respaldan sus mentiras.
Al
final, todo se resuelve con declaraciones a la prensa, de tonos
altisonantes, profundizando las falsedades y asegurando las
divisiones entre los opositores (algunos no tan opositores), más
preocupados en demostrar superioridades internas que en liderar la
lucha por terminar con las consecuencias de las regresiones políticas
y económicas que están sufriendo los perdedores de siempre.
Por
otro lado (aunque no tanto), los programas televisivos siguen bajando
linea sobre corruptos sin corrupciones demostrables, gritos
destemplados pidiendo cárcel a sus enemigos ideológicos, jueces y
fiscales siniestros elaborando truculentas aventuras en la búsqueda
de culpabilidades imposibles.
Cuando
todo eso se cae por el peso de tanta patraña acumulada, siempre se
puede hablar de crímenes cometidos por asaltantes de poca monta,
para tapar la verdad social con la basura vergonzosa del resultado de
la miseria material y moral que ellos ayudan a crear. Con lágrimas
fabricadas para las ocasiones, revestirán sus actuaciones con más
mentiras, esas que les siguen estallando en sus caras de piedra,
mientras piensan qué negocio podrán hacer mañana a costa de la
misma claque de idiotas que los aplauden.
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