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La
demagogia es una manera de sostener expectativas en los gobernados
para inducirlos a seguir “apostando” por sus gobernantes. Sobre
todo cuando las cosas no están saliendo todo lo bien que se suponía
iba a suceder, a estar por la previa generación de esperanzas falsas
inyectadas en las mayorías como método para convencer de presentes
halagüeños que siguen sin llegar. Este tipo de mentiras trabajadas
desde los estudios marketineros que utilizan los gerenciadores del
“establishment”, han dado sus frutos (para ellos) hasta el
momento, gracias al extra-poder acumulado con el sistema mediático
que forma parte fundamental de sus depredaciones ideológicas.
En
la ciudad de Rosario, un diputado de la alianza gobernante de la
Nación está asegurando que, gracias a un proyecto de Ley presentado
por ellos, en poco tiempo se acabarían con las villas miseria de
esta y otras urbes santafesinas. Con el habitual reduccionismo de
pretender dar por hecho acciones que ni siquiera han comenzado, es
evidente que se está repitiendo la sistemática parafernalia de
promesas de campañas electorales que ya han dado por comenzadas.
Claro
que no solo de eso se trata, conociendo el trasfondo de sus
“convicciones”, simple acumulación de intereses de clase que
vienen avasallando derechos y hundiendo en la miseria a esa parte de
la población que, justamente, vive en esos barrios que, algunos
representantes de organizaciones de trabajadores, ahora pretenden
denominar “populares”, cómplice forma de eliminar la verdad
visual de la pobreza extrema consumada en la degradación material de
sus habitantes.
Siempre
hay, detras de cada actividad de estos representantes del Poder
concentrado, un oculto objetivo. Siempre están también las grandes
corporaciones inmobiliarias sobrevolando como buitres cuando huelen
dinero fácil de ganar mediante las conocidas prebendas que hace
mucho se han apoderado de las decisiones en materia de desarrollos
urbanos, mediante esos inocultables negociados denominados
fantasiosamente “participación público-privado”.
El
gobierno provincial, parece dolido más por haber sido “primeriado”
en las estrategias demagógicas, que por la realidad que hasta ahora
no supo (o no quiso) modificar en lo fundamental, y se enoja con el
mensajero macrista (otro pretensioso postulante a cargos que le
quedarían demasiado grandes), antes que analizar las razones reales
por las cuales nunca se logró cambiar la realidad habitacional en
las ciudades de la Provincia.
Razones
que comienzan en la negación de lo que salta a la vista. Es la falta
de comprensión del significado de qué es una ciudad, más allá de
la simple acumulación de construcciones y habitantes. Es la
incoherencia de esos grandilocuentes discursos repletos de metas a
largo plazo que nunca comienzan a consumarse, con las necesidades
concretas de los eternos postergados sociales, que lo son por obra y
gracia de las históricas políticas económicas conservadoras, pero
también por la falta absoluta de capacidad de respuesta provincial
de quienes se presentan con títulos ideológicos que no sostienen
con sus actos.
La
justicia social. Esa es la frase que define la verdadera meta de un
gobierno que se pretenda popular y que estos representantes de la
mentira organizada no soportan. Esa es la realidad que no permiten
que se concrete, aun cuando se llenen la boca con esas mismas
palabras que nunca entendieron.
Y
mientras los “soldaditos” locales del Poder prometen futuros
inmediatos de viviendas gratis para todos, ensucian los cerebros
vaciados de sueños de los empobrecidos habitantes de las villas
miseria con compromisos fraudulentos destinados, simplemente, a
lograr sus votos. Después, ya demasiado tarde, estos descubrirán
que solo han dado otro giro en la interminable circunferencia del
olvido.
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