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El
sueño de poder viajar en el tiempo ha sido permanente a lo largo de
la historia, al menos de la contemporánea. Se han producido decenas
de películas en base al tema, donde tal vez la más recordada sea la
saga de “Volver al
futuro”, cuyo tono de
comedia romántica la aleja un poco de esos otros films de
pretensiones más “científicistas”.
Pero
ahora, en estos precisos momentos, estamos asistiendo al desarrollo
de un nuevo capítulo de otra saga, muy argentina, donde un enorme y
poderoso sistema ha logrado nuevamente el traslado al pasado, no ya
de una o dos personas, sino de toda una sociedad. Así somos en
nuestro País: hacemos todo a lo grande.
Según
advierten los grandes escritores de ciencia ficción, si se logra
trasladar a un tiempo pasado, cualquier cosa que se haga allí
modificará el presente y el futuro. Tal vez sea por eso que, cada
vez que se ha utilizado nuestra “máquina del tiempo”, los
presentes se transforman en más y más dramáticos para las vidas de
los inermes viajeros.
El
“aparato” utilizado no se ve, pero se siente. Se nota en los
cambios de actitudes de las personas, otrora fervientes defensores de
los mejores valores, como la justicia social, la solidaridad o el
desarrollo independiente de la Nación. Ya embarcados en el sistema
de retroceso temporal, trocarán esas virtudes por las peores
miserias humanas, donde el egoísmo y los odios irracionales tomarán
el trono de sus conciencias.
Los
“científicos” al mando de esta enorme “máquina”, son
simplemente delegados de un Poder escondido en una burbuja temporal
que nunca cambia, desde donde deciden cuanto y cuando retroceder.
Porque hay que aclararlo: el movimiento en el tiempo siempre es hacia
atrás, jamás hacia adelante.
Los
pasajeros involuntarios en esta nave de fuga de la realidad, viajan
convencidos de que sus buenos tiempos eran de mentira y que, al final
del recorrido, volverán a sus antiguas felicidades, que debieron
resignar en nombre de dichas futuras, basadas en supuestas lluvias de
bienestares desde el espacio exterior.
Pero
hay un problema muy grave en este artificio viajero: cuando se le
termina el verde combustible que lo alimenta, cae estrepitosamente,
produciendo todavía más daño a sus pasajeros que, demasiado tarde,
descubrirán que fueron víctimas de rencores y desmemorias inducidos
por los mismos conductores de esa espantosa y cruel “máquina del
tiempo... perdido”.
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