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En
el fondo, todos somos iguales. Para el Fondo, también. El Monetario,
de ese se trata. Es que sus conocidas y repetidas “recetas”, cual
prescripción médica, vienen siendo aplicadas en nuestros sometidos
países latinoamericanos desde hace sesenta años. De acuerdo a los
vaivenes determinados por los avances y retrocesos de los Pueblos,
esa especie de “marea” seca que atraviesa nuestra historia, esta
particular entidad supra nacional asume roles directivos en nuestras
sociedades, cada vez que asumen gobiernos neoliberales.
Ahora,
otra vez, el supremacista gobierno de los gerentes de las
corporaciones, está cumpliendo con las órdenes de estos “doctores”
de medicinas particularmente dolorosas para las mayorías y
especialmente beneficiosas para sus dueños. No solo lo hace, sino
que lo anuncia con “bombos y platillos” en un acto donde invita a
quienes oficiarán de cómplices en el oscuro proceso de enajenación
de la Nación.
Juntos
como en un cambalache politiquero, patrones y gremialistas,
gobernadores y legisladores, oficialistas y supuestos opositores,
escuchan el clásico discurso de Krieger Vasena, de Martinez de Hoz o
de Cavallo, ahora en boca del bailarín de cumbia frustrado que solo
atina a hablar de unidades vanas y proyecciones ridículas,
asegurando lo que sabe que no sucederá, en nombre de sus
aspiraciones absolutistas, para solaz de sus sostenedores imperiales.
Claro
que los regalos más horribles se ven muy lindos si se los empaqueta
con envoltorios lujosos y se los adorna con moños que los haga
parecer lo contrario de lo que contienen. Así actúa el “Super-Ceo”
y sus inteligentes asesores publicitarios, convenciendo a sus
víctimas de seguros placeres futuros, mientras el festival de bonos
y evasiones continúa sin pausa ni final aparente.
Con
la sutileza de un elefante en un bazar, avanzan sobre lo que nadie se
atrevió antes, mientras lo promocionan con éxito incomprensible
entre jubilados con sueldos rebajados, trabajadores de
inestabilidades aseguradas y consumidores de bajo consumo. Se quedan
con todo, a cambio de nada. O, lo que es peor, a cambio de
garantizarnos retrocesos históricos de dimensiones centenarias.
Y
patéticos como todos los chupamedias, nuestros supuestos
representantes se apuran a sacarse fotos con el “patrón de
estancia”, tratando de llevarse una tajadita de las migajas que
reparte el poder a sus sirvientes. Peores que nadie, sus traiciones
solo servirán para conducirlos al fondo, no el monetario, sino al de
una historia que, a la larga, no perdona. Y de la que no se regresa.
¿O “sí se puede”?
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