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El asco es una sensación de
disgusto o rechazo muy especial, que está asociado, generalmente, a
problemas que tienen que ver con los comestibles. Pero también se
utiliza esta palabra para designar la aversión hacia personas o a
sus expresiones, cuando éstas manifiestan profundas divergencias con
los valores morales más puros.
Es común escuchar a las personas
hablar de asco hacia algunos personajes del ámbito de la política,
asociados a hechos o declaraciones que generan angustia y desagrado,
por el alto contenido de falsedades esgrimidas como certezas, con el
único objetivo de defenestrar a sus oponentes.
Caso paradigmático es la
archi-mediática Carrió, cuya sola presencia basta para causar
desagrado, por su permanente expresión burlona, acentuada en el
mismo momento que abre su boca para decir algunas de sus sentencias
sin fundamentos, causantes de daños irreparables en otras personas.
Visitante permanente de la
embajada norteamericana, aliada evidente de lo peor del mundo de las
intrigas politiqueras, mutante inestable de posiciones ideológicas,
ha logrado cautivar a millones de no-pensantes, vulgares voceros
gratuitos de los poderosos, que la admiran en tanto reproductora de
los insultos más soeces hacia quienes no responden a los designios
de sus cómplices mayores.
Pero toda comprensión tiene sus
límites. Todo accionar asqueroso tiene sus fronteras vomitivas. El
caso de la desaparición forzada de Santiago Maldonado ha significado
un hito en la andanada de mendacidades de todo el arco
político-mediático, pero lo de esta lumbrera del odio sobrepasó la
repulsión, para convertir el simple asco en horrorosa abominación.
Con su repugnante semi-sonrisa
dibujada siempre en ese rostro voluminoso y brillante, con risitas
nerviosas marcando el final de sus frases pretendidamente
sarcásticas, habla de lo que no conoce, con la seguridad del
respaldo de sus interlocutores, que preguntan lo que ella necesita
que le inquieran y asienten fervorosos cada una de sus nauseabundas
respuestas.
Angustia, desazón,
aborrecimiento, aversión, desagrado, repulsión. Son los lógicos
sinónimos de la palabra Carrió, manchada por la sangre de las
desapariciones que encubrió desde su cargo judicial chaqueño
durante la última dictadura. Asco, profundo asco produce verla y
escucharla ahora, repitiendo su accionar en nombre de republicanismos
que nunca defendió de verdad e instituciones que no respeta,
culminando en la máxima obra de su vomitiva verba: la burla
despiadada hacia la primera víctima de su amado gobierno de lobos
disfrazados de corderos.
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