Imagen de "Rosa Martínez" |
Quienes
todo lo deciden, quienes desde siempre han sujetado las riendas del
carro de la historia, saben que los avances del conocimiento deben
ser aprovechados. No lo piensan en función de los probables
beneficios para la humanidad, sino en el de ellos mismos. De ahí que,
cuando se descubren o inventan nuevos procesos o técnicas
superadores de los utilizados hasta el momento, de inmediato tratan
de apoderarse de ellos.
Un
caso paradigmático es el de la ecología. Científicos,
investigadores en general o simples apasionados militantes de la
protección de las condiciones biodiversas que han sostenido al
Planeta desde siempre, han logrado generalizar un sentido común de
resguardo de esas condiciones que posibiliten el sostenimiento de la
vida a largo plazo de nuestra (hasta ahora) única opción habitable
en el Universo.
Pero
por otro lado, en su intento por seguir acumulando bienes y poder,
los “dueños” de la historia logran doblegar el sentido de
algunos de los tantos defensores del ambiente, transformándolos en
peones de su despiadada acción propagandística en favor de sus
intereses.
Entonces,
mucho de lo que hasta ahora estaba mal, a partir de sus “nuevos
descubrimientos”, comienza a estar bien. Y comenzaremos a ver y
escuchar loas sobre sistemas productivos, procesos industriales y
generaciones de energía que rechazaban con vehemencia antes de sus
“extrañas” reconversiones intelectuales (y bancarias).
Resulta
muy redituable imponer tecnologías de pretendida orientación
protectora del ambiente. Con el respaldo de esa especie de
pseudo-ciencia a su servicio, terminan por convencer a las mayorías
de la autenticidad de su cacareo ecologista. Y con la “ayudita”
de algunos prebendarios miembros del aparato estatal, o su liso y
llano apoderamiento (como es el caso del presente), toman a su cargo
la construcción de estructuras y sistemas de aparente beneficio
ambiental.
Nada
de eso será cierto, pero para cuando se descubra, ya será demasiado
tarde. Habremos sido estafados, una vez más, por los embaucadores de
siempre, los verdaderos corruptos y corruptores, los inmorales
destructores de la vida en la Tierra. Ha llegado el momento, antes
que sea demasiado tarde, de rechazar para siempre a sus mismos y
encandilantes espejitos, ofrecidos ahora con el mortal color de la
mentira verde.
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