martes, 24 de octubre de 2017

MILAGRO, LA OLVIDADA

Imagen de "Diario Chaco"
Por Roberto Marra

Mientras resuenan todavía los ecos de las elecciones, mientras se siguen elucubrando probables alianzas o componendas entre los electos, mientras aumenta la nafta y nos preparamos para recibir (con alegría) los del transporte, el gas, la electricidad y tantos otros, una mujer, casi abandonada a la suerte que decida su “captor”, sigue transitando sus interminables horas de cautiverio con la misma incertidumbre sobre su futuro que desde hace dos años.
Milagro, la infamada, la sometida, la ultrajada, continúa presa y sin condena. Contrariando los más elementales derechos que le asisten a cualquier ciudadano en su condición, no le permiten ni siquiera ser asistida por sus dolencias físicas y psíquicas, todas producto de la perversa acción mancomunada del servicio penitenciario y del “guapo de ferretería” que comanda Jujuy.
Allí, la malicia es insuperable. El torturador mayor es su gobernador, autoeximido de deberes y apoderado de todas las instancias judiciales, con pariente o amigos que actúan bajo su mandato, sin otro objetivo que terminar con la vida y el “peligroso” ejemplo de Milagro.
Nada de esto sería posible sin la anuencia de la sociedad. Los que siempre miran sin ver, aceptan gustosos las maquinaciones de ese poder omnímodo, por odio racial y desprecio social. Gozan con los dolores de esa mujer abandonada en una celda como si fuera su peor enemiga.
Hipnotizados por las campañas payasescas del inmoral gobernador a través de los medios hegemónicos, creen haber descubierto una peligrosa “comandante terrorista” a la que hay que aislar de los “sanos” miembros de su hipócrita sociedad y, como si fuera poco, terminan votando mayoritariamente a esos mismos torturadores disfrazados de políticos decentes.
Es la forma que tiene allí la desaparición de personas, a través del peor de los métodos: el olvido. Milagro está olvidada por el Pueblo al que le brindó todo su esfuerzo de vida. Milagro no es nadie ya, solo una colla, una “india sucia” (como ellos la llaman) que quiso un día demostrar que se podía cambiar la triste vida de su gente.
Su rescate es, más que nunca, la condición indispensable para sentir que todavía queda algo de humano en nosotros. Es el único método para recuperar el sentido de una democracia que en Jujuy ya no existe, transformada en un simple feudo de un oscuro sirviente del Poder.

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