martes, 10 de octubre de 2017

LA EMPRESA

Imagen de "Visa Business"
Por Roberto Marra

Supongamos que usted conduce una empresa exitosa, que produce mucho y bien, que crece y se expande, con la mayoría de los trabajadores felices con los avances económicos que han logrado, porque usted ha tenido la previsión de distribuir equitativamente los resultados de su gestión. Tienen buena atención de la salud, capacitaciones gratuitas y descansos anuales en los lugares que deseen.
Sin embargo, otras empresas, también exitosas, comienzan a difundir informaciones falsas: que no produce ni vende en la cantidad que dice, que no le paga a sus trabajadores lo que debe o que no les brinda beneficios sociales. Para lograr que la mayoría de sus trabajadores crean en esos infundios, pagan costosas campañas publicitarias.
Con perseverancia china, logran instalar las dudas entre los integrantes de su empresa. Convierten las certezas de lo que viven a diario, en relatos fantasiosos de futuros tremendistas si la conducción de su empresa no cambia de rumbo. Hasta llegan a convencerlos de estar recibiendo demasiado por hacer sus trabajos.
El directorio de su empresa también es influído por esas diatribas, pero no ya con dudas, sino con billetes. En la siguiente reunión, los prebendarios romperán la armonía basada en la realidad y se instalará una necesidad inventada para correrlo a usted de la conducción.
Cuando lo logran, usted se sorprenderá al ver a los mismos trabajadores que ayudó a crecer, aplaudiendo a los nuevos dirigentes, que les prometen enormes beneficios, pero siempre después que reconstruyan lo que, aseguran, usted destruyó. Serán sacrificios imprescindibles para que la empresa siga en pié, les dicen.
Usted se va, pero los nuevos conductores lo denunciarán ante tribunales que, previamente, habrán visitado con valijas llenas de regalos. Usted se presentará, creyendo en la justicia, pero nada de eso existirá. Lo perseguirán con decenas de maniobras leguleyas, de manera de evitar que pueda volver a conducir la empresa.
Al poco tiempo, los trabajadores verán el resultado de sus inútiles esperas de beneficios, que no llegarán jamás. Las promesas vacías se llenarán de broncas incontenibles, pero el daño ya estará hecho. La empresa estará en bancarrota, mientras los inmorales que se la apoderaron gozarán de mayores riquezas.
Ahora, la reconstrucción llevará mayores sacrificios que en el primer comienzo, por haber tirado por la borda los avances que, entre todos, habían construído. La deuda y la imagen negativa dejada, comprimirán las posibilidades de desarrollo. Y usted no tendrá más remedio que volver a ponerse al frente de su empresa mientras, paradojicamente, los ladrones siguen gritando que la culpa es de usted, que se robó todo.

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