martes, 26 de septiembre de 2017

SE DICE DE MÍ

Por Roberto Marra

Existe una palabra mágica para los argentinos. Es una palabra sencilla, un nombre como cualquier otro, una identidad similar a tantas. Pero adquiere ribetes exóticos cuando se trata de manifestar odio y desprecio. Se utiliza todo el tiempo por millones de personas, a cuenta de las razones mediáticas que provee sentido a esos pronunciamientos.
Se la menciona en los supermercados, en los taxis, en las farmacias, en los bancos, en los hospitales, en los bares, en las escuelas y en cuanto lugar se junten más de dos personas. Se la pronuncia acompañada con apelativos soeces, degradantes, descalificantes. Se la adorna con retóricas vacías, probanzas falaces, seguridades devenidas de periodistas inescrupulosos o personajes políticos de dudoso orígen y peor presente.
Es tanta la difusión y uso de esa palabra, que algunos (y sobre todo, algunas) la reemplazan con epítetos que suenan contundentes, tratando de acentuar los sentimientos negativos que desean manifestar y que la sola mención de ese nombre no alcanzaría para hacerlo con la acumulación de animadversión que les despierta.
Los colegas de la portadora de esa palabra mágica, también participan de la saña discursiva negativa, tratando de agregar más y más basura vocinglera a ese aparato difusor de revelaciones de lo que nunca fue y seguridades sobre lo que nunca será. Son, tal vez, los que mayor esfuerzo hacen por utilizar esa mágica palabra, con calificaciones que solo terminan degradando sus prosapias de politiqueros caídos en desgracia.
Desde el aparato judicial, es utilizada diariamente, figura en miles de expedientes, está en boca de decenas de jueces y fiscales, participa de centenares de audiencias. Cada día se suman nuevas diatribas de los funcionarios judiciales más mediatizados, generando la re-alimentación del mito en que se ha convertido a esa sencilla palabra.
Aparece en miles de titulares de diarios y revistas, es motivo de sesudos análisis de medicuchos de pantalla o abogados sin otra matrícula que la mediática. Todo para alimentar una grieta nacida hace dos siglos para asegurarle más poder a un Poder que necesita de ella. De la grieta, y también de la palabra mágica.
Resulta justo recordar una estrofa de ese inolvidable tango cantado como nadie por la gran Tita:“Se dicen muchas cosas, mas si el bulto no interesa, ¿por qué pierden la cabeza ocupándose de mí?”. Bien lo podría suscribir ahora, la perseguida portadora de ese ya mítico nombre: Cristina.

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