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Los dueños del Poder detestan la palabra “movimiento”. Para
ellos, resume el sentido de cambio permanente que las sociedades no debieran
tener, para evitar que se les pueda quitar el dominio absoluto que siempre han
pretendido. Su ideal social sería la existencia de millones de individuos
desconectados entre sí, interesados solo en sus propios intereses egoístas,
despreciando cualquier idea de acciones colectivas.
Entonces, cuando millones de personas se convocan para la
lucha (otra palabra aborrecida por el Poder), se enervan y contratacan con la
acumulación de los odios que tantas veces transformaron en muerte, a lo largo
de la historia. Redoblan sus mensajes injuriosos sobre quienes no piensan igual
que ellos, haciendo de la mentira organizada su mejor arma, aunque no la única.
También gustan de utilizar las balas, método al que recurren, incluso, contra
los más débiles de la sociedad, los niños.
Quienes tienen ya algunos años sobre sus espaldas, sabrán de
la repetición de las palabras y los hechos destinados a impedir el cambio.
Curiosamente (o no tanto), es la palabra actualmente elegida por el iletrado a
cargo del Poder Ejecutivo Nacional para convocar a los desencantados y a los
odiadores seriales, sub-clase siempre dispuesta a acompañar las argucias del
poder que tanto admiran y tratan de emular.
Resulta patético verlos reunirse para repudiar al resto del
Pueblo, con consignas propias de bestias nazis, proponiendo muerte a sus
enemigos ideológicos y asumiendo una superioridad que solo sus pocas neuronas
pueden elaborar como cierta. Exaspera tanta palabrería soez contra quienes son,
en definitiva, quienes les han permitido enriquecerse tanto.
Imposible pretender que el Poder modifique sus concepciones
sociales. Allí están para recordarnos que hace mucho, mucho tiempo, abrieron un
abismo que nos separará siempre. Su moral inexistente les permite actuar sin
pudor ni culpas, palmeando las espaldas populares cuando les conviene y
ametrallándolas cuando sus intereses se ven afectados.
Movimiento y cambio, entonces, son palabras complementarias
que el Pueblo necesita re-interpretar, para quitarles el sentido falsificado
que los poderosos han intentado fijarles como único. Cuando eso suceda, los
valores de la Justicia Social podrán transitar el camino hacia el triunfo con
la fuerza de la razón colectiva, esa a la que el poder le tanto teme.
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