lunes, 17 de abril de 2017

LOS PATRIOTAS DECADENTES

Imagen de Iguazú Noticias
Por Roberto Marra

Muchos argentinos se destacan por sus expresiones supuestamente nacionalistas. Concurren a las fiestas patrias para comer empanadas y locro, disfrazan a sus hijos de granaderos o bailan alguna zamba o chacarera en los festivales de folclore veraniegos. “No hay País como el nuestro” gritan cada vez que pueden.
Sin embargo, una más profunda observación podrá ofrecernos otra verdad escondida tras esa cortina de patrioterismo fútil. Además de las superficialidades de sus vestimentas con leyendas en idioma inglés, con imágenes de la bandera yanqui o británica, estos prototípicos personajes de la clase media argentina se desesperan por viajar a otros países donde puedan comprar productos más baratos que en nuestro País.
Largas caravanas a Chile, por estos días, renuevan la conocida historia consumista que el Poder sabe reconocer en nuestra sociedad, otorgándoles a estos compradores compulsivos la base cambiaria para contribuir a la destrucción de la industria nacional. Otra vez, como en los ’70 y los ’90, miles de personas atraviesan las fronteras para comprar casi con desesperación, como si fuera lo último que pudieran hacer en sus vidas.
Inútil será explicarles lo dañino de sus acciones. Más infructuoso todavía hacerles entender las razones profundas por las cuales pueden acceder a esas maniáticas compras. Alienados por la hipnosis televisiva permanente, forman parte de la infantería que los poderosos logran adiestrar para respaldar sus aviesas intenciones, que siempre empiezan por arrasar la industria local, destruyendo el empleo y anulando el desarrollo científico y tecnológico propio.
Con sus baúles repletos, regresan a su “amada Argentina”, esperando la lluvia inversionista que les permita recuperar sus enflaquecidas billeteras y sus rojos bancarios. Más pronto que ligero, notarán que ninguna promesa fue real. El futuro comenzará a teñirse de negro, sus pequeñas empresas tambalearán, sus deudores ya no podrán pagarles y los bancos les negarán los créditos.
Cuando alcancen a comprender sus tremendos errores, se encontrarán otra vez golpeando los cristales de los bancos que les habrá retenido sus fondos. Los amados dólares acumulados en los colchones desaparecerán y los de los bancos huirán al exterior para nunca ser devueltos.
La rueda espiralada de la historia habrá dado entonces, otra vuelta. Allí se encontrarán con sus menospreciados empleados y los odiados “piqueteros”, volviendo al lugar donde comenzó sus vanas batallas por convertirse en ricos. Y en sus baratos televisores comprados en Miami o Chile, habrán de ver, como en un espejo, sus propias decadencias materiales y morales.

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