jueves, 27 de abril de 2017

NEPOTISMO PATAGÓNICO

Imagen de Indie Politik
Por Roberto Marra

En la tiranía de Pisístrato, para proteger su poder y planes con el pueblo de Atenas, entregó la mayoría de los cargos políticos y públicos a sus familiares y amigos más cercanos. En la República romana hubo el caso de Pompeyo y su suegro Metelo Escipión, a quien le legó dos legiones, aunque Escipión mostraba una gran ineptitud en ámbitos militares. En la Edad Media, algunos Papas son conocidos por haber elevado a sus parientes a ser cardenales de la iglesia. El gobierno de Napoleón es un típico caso de nepotismo, ya que otorgó varios cargos públicos a sus familiares, entre ellos su hermano José Bonaparte, que fue nombrado rey de España.
Argentina no escapa a esta tradición. La costumbre de nombrar familiares y amigos en cargos subalternos a quien lo designa, forma parte de los usos casi insoslayables para quienes asumen funciones ministeriales o presidenciales. Hasta en los sindicatos se da, como lo demuestra el caso de Moyano y los camioneros. O en la AFA, con los mismos personajes.
Pero en estos tiempos de restauración conservadora, donde la presidencia la ejerce un miembro de una “famiglia” de antecedentes nefastos en su Italia originaria, esto del nepotismo se ha exacerbado de forma brutal y descarada. Cada uno de los funcionarios de alto rango trajo consigo una ristra de parientes de toda laya que, abroquelados en ministerios y secretarías, amparan las trapisondas de su pariente patrón.
Nadie podrá disputarle el liderazgo, en esto de nombrar familiares, al jefe de gabinete Peña Braun. Hombre también de familia, ésta más de la estirpe fundacional de la Patria del despojo de tierras y del contrato fácil con las dictaduras de turno, ha acarreado con él a decenas de familiares directos, o no tanto, convirtiéndose en la base de un poder casi omnímodo en el ejecutivo macrista.
Padre, tíos, hermanos, primos, cuñados y otras yerbas, han transformado las oficinas ministeriales casi en una sucursal del supermercado patagónico que sus ancestros crearon. Así, como un comercio gigantesco, es que imaginan la política estos “nenes de papá y mamá”, acostumbrados al vasallaje y con la arrogancia del que ningún esfuerzo ha hecho para lograr sus cometidos aristocráticos.
No buscan capacidades y merecimientos, sino beneficios rápidos en negocios fáciles. Todo se reduce a obtener cobertura a sus oscuros movimientos financieros, siempre ligados a guaridas fiscales y dineros de orígenes dudosos. Cubren sus “hazañas” entreguistas con discursos ponzoñosos y estigmatizantes del resto de la sociedad, mientras castigan con medidas que lastiman y matan, olvidando la cacareada democracia de la que resultan, siempre, sus únicos beneficiarios.

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