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La mentira es la que vence en los medios argentinos. Y
mundiales, también. Decenas de informaciones pasan por las pantallas y se
escriben en los periódicos, con prosas a veces elegantes, otras chabacanas, pero
que sirven, en definitiva, al fin último programado: crear una verdad desde la
falsedad.
Los objetivos son siempre los mismos: acumular apoyo inconsciente
desde las masas de absortos televidentes y lectores, ametrallados con análisis
berretas realizados por figurones del pseudo-periodismo que domina ampliamente
el espectro comunicacional.
Peor aún, esas supuestas investigaciones periodísticas
realizadas por las poderosas agencias de noticias internacionales, también son
presentadas como verosímiles por algunos de los pocos buenos periodistas que
pueden escucharse en los medios, allanándose, muchas veces, a esos mensajes
sesgados que el Poder quiere que consumamos para manejar los hilos de la
historia, del presente y del futuro.
Las notas originadas en los países latinoamericanos son
elocuentes testimonios de esta degradación noticiosa. Como cuando en las
últimas elecciones en Ecuador, se mostraban solo los actos de la oposición,
liderada por un reconocido banquero evasor y estafador, al que, sin embargo, se
lo presentaba como la salvación frente al “peligroso populismo” de Correa y sus
candidatos.
Otro tanto sucede con Venezuela, blanco principal de Estados
Unidos por estos tiempos, estigma que ese País hermano carga desde que Chávez
se atrevió a desafiar los intereses que el olor a petróleo despierta siempre en
los yanquis. La presentación mediática de los canales argentinos es paupérrima
y miserable: otra vez se repite la saña inmoral de contraponer la mentira
agigantada frente a la verdad ocultada.
Ahí cayeron todos, con la clásica monserga derivada de
tratar de parecer imparciales, mostrando la violencia de los “buenos”
opositores, como defensa de la libertad contra la opresión de la “dictadura”
chavista. Todo sirve para declamar la defensa de una “democracia” que no
existiría en ese País.
Liturgia atea adornada con compungidos berrinches
libertarios, las imágenes olvidaron, sin casualidad alguna, la masividad de un
Pueblo distinto al provocador de tanta violencia viralizada por las redes
sociales hasta el empacho. Millones de personas marcharon por un proyecto que
los ilusiona, pero fueron deliberadamente invisibles para nuestra
televisión.
Como dice Litto Nebbia: “La historia la escriben los que
ganan, eso quiere decir que hay otra historia”. Y esta es la que nos roban cada
día, desde los machacados zócalos de los canales de noticias y los falsos
comunicadores de las mentiras del Poder.
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