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La
historia del Mundo está atravesada por el desprecio al diferente, al
distinto, al extranjero. Es atávica la reacción de los pobladores
de un lugar ante la presencia de quienes llegan a “su” lugar.
Cualquier cosa que suceda allí, si hay la presencia de personas que
reúnan esas condiciones, serán acusados de cuanto delito se cometa,
se les endilgarán las causas de los problemas económicos, se
convertirán en los causantes de las rebeliones contra el poder y
hasta de las lluvias o las sequías.
En
ese marco se dan esas sobreactuaciones del gobierno de Gerardo
(in)Morales en Jujuy respecto de pretender arancelar la salud pública
para los extranjeros y la acción paralela en la Nación con un
proyecto similar de los legisladores de Cambiemos.
Para
cubrir sus ineptitudes o, lo que es peor, sus perversas políticas de
ajuste sobre la salud de la población, degradando la atención de la
de menores recursos y promoviendo la privatización a ultranza de
este servicio elemental del Estado, echan sobre las espaldas de los
visitantes de los países vecinos las responsabilidades de la
pauperización de la atención que no desean seguir sosteniendo
porque dicen, sin ponerse colorados, es lo que genera el déficit en
el presupuesto de salud.
Se
trata, en realidad, de todo aquello que no les permite exacerbar sus
ya obscenas ganancias empresariales corporativas, para lo cual
necesitan limitar la cantidad de personas incluídas en los sistemas
públicos de salud y educación, sobre todo, pero no unicamente. Sus
deseos van más allá, al paroxismo aniquilador físico de cierto
sector de la ciudadanía al que consideran menos que humano.
Nada
mejor, entonces, que aprovechar ese antiguo pero preeminente
sentimiento xenófobo de gran parte de los habitantes, al que atizan
con los adustos gestos de diputaduchos y comunicadores de la peor
calaña moral y escaso nivel intelectual. Inventan cifras de
estadísticas que nunca hicieron para mostrar realidades que no
existen. Nada importa después, porque millones de idiotizados
aplaudirán la salvación de la “maléfica invasión” del peligro
extranjero.
Parafraseando
al genial Litto Nebbia, parece que “solo se trata de morir”. De
que mueran los pobres, por supuesto. De que desaparezcan quienes han
sido siempre la carne de cañón de los poderosos, pero también el
lúmen de la resistencia a sus derroteros aniquiladores de esperanzas
populares. Tiene la necesidad de vencernos física y moralmente, para
someternos aún más y asegurar su permanencia hasta que nada quede
en pie de lo que fue el sueño de una Nación igualitaria.
Pero
la historia, como siempre, resulta aleccionadora a la hora de
comprender los procesos populares. Como en la física, toda acción
tiene una reacción, y tarde o temprano despertarán los adormecidos
y despejarán sus dudas los obnubilados por las mentiras del Poder. Y
acudiendo otra vez a la poesía del popular Litto, seguro que al rato
estarán inventando otra esperanza, para volver a vivir.
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