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La
gobernadora de la “angelical” sonrisa maternal, la (más que)
probable candidata a presidenta para el 2019, manejando un
presupuesto exuberante sustraído a las otras provincias, con un
sueldo equivalente a más de diez salarios de bancarios, prometente
serial de felicidades incoherentes con sus políticas económicas,
feroz especuladora en sus disputas con los gremios de trabajadores de
la Provincia de Buenos Aires, un personaje creado para la conquista
del voto de quienes solo buscan eliminar cualquier vestigio de
populismo, falsa cristiana que solo se arrodilla ante el dios dinero,
es ahora quien ha decidido eliminar ¡treinta y nueve! escuelas
rurales, además de otras en las islas del Delta.
Para
que la población aprenda (a conocer su triste destino), “Heidi”
Vidal realiza un acto reñido con el más elemental raciocinio.
Habla, como todos los integrantes de esta parodia de gobierno, de
“racionalizar”, de considerar la “eficiencia” presupuestaria
antes que la necesidad obvia del desarrollo social. La educación es
solo un número, tal como son los habitantes. Si esos números no dan
beneficio, se sacrifican a quienes “sobran”, los futuros
ciudadanos, que nacen perseguidos por la perversión de este grupo de
invasores de conciencias y asesinos de esperanzas.
La
justificación formal para el cierre de tantas escuelas es la falta
de inscripción de nuevos alumnos. Los docentes de las zonas
afectadas advierten sobre la falsedad relativa de esas afirmaciones,
asegurando que no en todas las escuelas que preveen cerrar, falta
matrícula. Y aún cuando fuera así, se trata de obrar al contrario
del más elemental proceso racional para promover los asentamientos
humanos, para lo cual lo primero que debe hacerse y sostenerse es la
infraestructura y la dotación de los servicios, entre los cuales el
educativo y el sanitario son los primordiales para incentivar la
llegada de nuevos pobladores.
Un
nuevo paso, otra ayudita más al doloroso proceso de desaparición de
pueblos rurales, provocado por las políticas económicas y los
sistemas de producción agraria que ya casi no necesitan
trabajadores. Tal como en los noventa produjo el cierre de ramales
ferroviarios, ahora se le agrega el fin de decenas de escuelas que
sustentaban la posibilidad de una mínima inclusión social para esos
ciudadanos de segunda que siempre fueron los habitantes rurales.
Como
en todos los casos, nada podría hacer este esperpento de gobernadora
sin el apoyo de gran parte de la población de su provincia. Con los
falaces argumentos defenestrantes del pobrerío que ellos mismos
generan, les basta para obnubilar a los odiadores clasistas, que
serán los primeros, cuando estalle la violencia de la miseria en sus
caras, en pedir la pena de muerte a los que antes les negaron la
oportunidad de recibir, al menos, el derecho a educarse.
Mientras
seguimos esperando el inicio de la construcción de los tres mil
jardines de infantes prometidos, mientras la lluvia de inversiones
sigue siendo una utopía y el derrame de los vasos llenos solo va las
arcas de los especuladores financieros y las guaridas fiscales,
cuando los despidos masivos son la regla y el cuento de la herencia
recibida ya no alcanza, el futuro se presenta con su peor cara para
advertirnos que lo peor, todavía no llegó. Para eso está
preparándose esa mujer de la sonrisa hipócrita, la mirada
almibarada y el corazón de piedra.
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