Imagen de "El Intransigente" |
Mientras
Macri y sus secuaces, con sus atávicos modos, siguen fabricando
injusticias; mientras los poderosos empresarios dan rienda suelta a
sus desprecios a los trabajadores; mientras el capital financiero
vive otra fiesta bicicletera, la mayoría de la sociedad parece estar
adormecida, todavía, a pesar de la destrucción de sus vidas y las
de sus familias en manos de estos perversos reyes del latrocinio.
No
es que no haya movimientos de rebeldías en algunos sectores, incluso
importantes en número. Pero la visión que de éstos tienen los
integrantes de gran parte de la población sigue siendo la de
aquellos que “ponen palos en la rueda”, famosa frase que
significa que les arruinan los negocios a los asesinos de esperanzas
enquistados en el gobierno.
En
ese ámbito surgen las propuestas de luchas gremiales, alentadas por
dirigentes leales a sus representados, conscientes de sus deberes y
de los derechos de aquellos que sufren directamente el agobio de la
decadencia económica.
Cuando
la presión de esos sectores se hace demasiado evidente, adquiere
fuerza propia e irreversible, entonces aparecen, como si fueran los
auténticos generadores de las medidas de fuerza, los otros
“dirigentes”, los acomodaticios de siempre, los lamebotas del
poder de turno, los convertidos en empresarios gremiales, que solo
conservan de sus prosapias laborales algunas rémoras discursivas,
útiles a la hora de presionar por “arreglos” superestructurales,
alejados de las bases a las que ignoran el resto del tiempo.
Y
como la realidad empuja hacia adelante, terminan siendo ellos los que
deciden las medidas, las características de los movimientos de
protesta y las negociaciones con el Poder. Se convierten en la
barrera de los necesarios cambios que nunca se terminan de producir
por imperio de la falta de voluntad de estos mandamases sindicales,
verdadera muralla donde rebotan las injusticias sociales que
postergan a los trabajadores, que solo recibirán algunas migajas que
cedan desde las alturas.
Apoderados
ahora de la maquinaria estatal, de la comunicacional y la del Poder
Judicial, amén de los cobardes traidores legislativos que le hacen
de claque a cambio de algunos “sanguchitos”, los dueños del
Poder reaccionan con la denostación televisiva permanente hacia el
sindicalismo, intentando eliminar para siempre la molesta cosquilla
que le produce cada tanto su accionar medroso pero perjudicial, aún
así, para sus intereses.
Volvemos
entonces a esa sociedad que solo se pronuncia cada dos años con sus
votos orientados por gurúes de pantalla, la misma que acepta perder
casi todo a cambio de sacarse de encima al monstruo populista que le
permite algunos beneficios a sus odiados villeros, que reinvidica la
soberanía y la independencia, contra la que se manifiestan a diario
con sus insultantes remeras con banderas imperiales.
Caceroleros
de barrios chetos, laburantes engreídos con inútiles postulaciones
a clase media, mediopelos asumidos como oligarcas de segunda (pero al
menos eso), reproducen en sus gritos la miserable retahila que nos
persigue desde el siglo XIX, grieta fabricada de ex-profeso para
sacarse de encima a quienes reivindicamos la vida, la dignidad y la
libertad de los verdaderos constructores de la Nación: los
trabajadores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario