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Un
gobierno de millonarios evasores, presidido por alguien que tiene más
de 200 causas judiciales; un golpista asumido en su cargo gracias a
parlamentarios coimeros; un representante de un país con treinta
legisladores acusados de escandalosos actos de cohecho; otro de una
presidenta que deshonra la palabra socialismo; un “Premio Nóbel de
la Paz” que promueve la guerra interna y con sus vecinos; un
gobierno que lleva en sus espaldas decenas de miles de asesinatos sin
investigar; un gobernante reelecto fraudulentamente bajo una
Constitución que prohíbe la reelección; otro que representa solo
los intereses de terratenientes sojeros y esclavistas; un corrupto
más por Odebrecht que liberó a un genocida para quedarse en su
poltrona presidencial; y algunos otros representantes de
republiquetas que solo son enclaves coloniales disimulados con
apariencias demócratas.
Esa
runfla de engreídos “cancilleres” de catorce naciones, con
semejantes antecedentes de sus gobiernos, se atreve a tratar de
imponerle a Venezuela condiciones para sus políticas internas. Lejos
de defender la “democracia”, la “libertad” y los “derechos
humanos”, asumen sus condiciones de permanentes lamebotas,
genuflexos sirvientes del Imperio que los mantiene y alienta a costa
del sufrimiento de millones de empobrecidos de cada uno de sus
países.
Con
la arrogancia propia de los miserables encaramados en cargos que no
honran, se ponen al hombro la sucia tarea de destrucción de un
proceso que dio el puntapié inicial a los cambios a favor de los
Pueblos al comenzar el siglo XXI. Son las herramientas de un imperio
decadente, déspota, invasor y corrupto, dispuesto a avasallar cuanto
gobierno se les oponga a sus intereses y a los de los verdaderos
dueños del Mundo.
Gobiernos,
corporaciones y medios de comunicación conforman el “ejército”
de avanzada para la destrucción de un gobierno que se atrevió a
disponer de sus recursos soberanamente. No les importa la población
y sus “derechos humanos”, a quienes desabastecen de alimentos y
medicamentos para generar la ira contra su propio gobierno. No les
interesa la vida de nadie, en tanto les signifique perder el dominio
sobre los recursos naturales y energéticos que inundan Venezuela.
Millones
de imbecilizados por el barullo desinformativo en el Mundo, solo ven
imágenes falsas y opiniones de los opositores que piden a gritos que
los invada el amo yanqui para ser “libres” del “yugo
populista”. Lo que en cualquier circunstancia se denominarían
traidores a la patria, allí son héroes de la libertad. Lo que la
historia menciona tantas veces como destructores de la independencia
de los pueblos, aquí se muestran como luchadores por la democracia.
Intentan
repetir una historia que nunca termina por repetirse de igual forma.
Porque los pueblos no son los mismos, porque las experiencias dejan
sedimentos de dignidades que no pueden ser arrancadas tan facilmente,
porque los grandes hombres y mujeres de nuestra América sembraron en
nuestra sangre el virus inmortal de la justicia que importa, la
social. Y porque, aún en la derrota circunstancial, de las cenizas
se renacerá para intentar una y mil veces, a pesar de los abyectos
vendepatrias, la construcción de una sociedad justa, libre y
soberana.
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