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Si
uno observa con atención las palabras en general, las
adjetivaciones, las definiciones que emiten ciertos analistas de la
economía que participan de algunos programas radiales y/o
televisivos (fuera de la órbita del multimedio hegemónico por
excelencia), verá que esos análisis se realizan siempre atravesados
por una actitud medrosa. Encarnan, estos analistas, esa fantasía
imposible de situarse en el medio, de no estar a favor de uno u otro
“bando” de la disputa ideológica en el campo de la economía.
No
es que no tengan capacidad, ni que sus explicaciones carezcan de
sentido. No demuestran desconocimiento en las materias que tratan,
sino “prudencia” a la hora de interpretar la realidad. Pero,
¿“prudencia” para qué? ¿prudencia por qué? ¿No se presentan
acaso como profesionales “independientes” de quienes manejan el
poder económico y financiero?
La
famosa “prudencia” no resulta ser otra cosa que el sometimiento a
las reglas que el Poder dispone. Los “prudentes” son personas
que, pudiendo brindarnos conocimiento para entender la realidad,
aprietan el freno antes de llegar a los meollos de cada tema
complejo, evitando penetrar en la estructura misma de la verdad y
abrir el camino al entendimiento generalizado de las razones por las
cuales sufrimos las consecuencias de planes que, increíblemente,
ellos también llaman de “ajuste”.
Y
cuando de analizar el pasado inmediato se trata, cuando deben mostrar
mayor capacidad para dirigir sus miradas sobre las políticas
económicas que fueron aplicadas por el gobierno anterior, atendiendo
las razones que tuvieron para impulsarlas y también los contextos
sociales, empresariales, laborales, culturales, educacionales,
comunicacionales e internacionales que los atravesaban, solo atinan a
decir lo mismo que dicen los obtusos integrantes de la claque
oficialista, pseudo-economistas de barricada antipopular que
bombardean la pantalla con ridículas teorías del siglo XVIII con
aires de neo-renovadores.
Con
esas pretensiones vergonzosas de parecer imparciales, algo imposible
en la economía (y, en general, en cualquier ámbito), es más el
tiempo que ocupan en hablar sobre los errores de ese pasado virtuoso
que el Poder pretende borrar de nuestras consciencias, que el
utilizado para oponer tajantes barreras a los avances brutales sobre
nuestras posibilidades de sobrevivencia, individual y social, incluso
como Nación.
Bien
se dice que la economía no es una ciencia exacta, sino una ciencia
social. Pero en estos tiempos, cabe mejor la definición de “ciencia
comunicacional”. Es en ese ámbito en el que nos han ganado la
batalla por el predominio ideológico. Es a través, también de
estos comunicadores “mesurados”, que nos pasan por encima con la
trituradora de neuronas diarias con las que manejan la voluntad de
las mayorías, necesarias para garantizar, “prudentemente”, sus
genocidios encubiertos.
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