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Hay
un problema que atraviesa a las organizaciones políticas populares,
que derivan de la falta de apertura de sus dirigentes a atender
reflexiones, propuestas u opiniones de otros integrantes que no sean
los adláteres que los acompañan de modo casi eterno. Quienes asumen
el carácter de secretarios o asesores de los líderes, comienzan a
conformar una especie de barrera permanente para evitar el acceso de
cualquier militante a quienes son, justamente, los que debieran
escuchar con atención las manifestaciones de las bases humanas que
sustentan sus mandatos.
Se
transforman así en el tamiz opaco de las ideas renovadoras que
pudieran presentarse para enriquecer la doctrina y el accionar de una
organización política con ambición de poder. Son el muro de
contención interno, construído más por celos o temores de pérdida
de ese pequeño status que da estar cerca de un líder importante.
Muy
común es la generación de luchas internas por pertenecer a ese
grupo de cercanos colaboradores de los conductores. También los
resentimientos que se generan en quienes pierden la partida y son
alejados de tal cercanía, que terminan, muchas veces, descargando
sus rencores adscribiendo a espacios políticos opositores a los que
estaban adhiriendo hasta el momento.
Muestra
cabal de la falta de conciencia y convicciones reales, estos
personajes miserables sirven siempre a los enemigos de lo popular,
paralizando o congelando a los movimientos que nacieron al calor de
las necesidades más imprescindibles de los pueblos que, encima,
arrastran tras de sí a numerosos inconscientes que solo persiguen,
como ellos, intereses individualistas.
Los
dirigentes o líderes tampoco son totalmente inocentes por estas
actitudes retrógradas. Por acción u omisión, por comodidad o
desidia, suelen dejar pasar tales formas de actuar por parte de sus
más cercanos asistentes. Alejados de los militantes reales, terminan
cometiendo errores que pagan con pérdida de credibilidad, aún a
pesar de ser personas de grandes capacidades intelectuales y de
irreprochables actitudes éticas.
Es
justamente la inteligencia superior de estos conductores la que puede
llegar a corregir esos desvíos. La apertura a nuevas expresiones,
escuchar a quienes no parecen más que simples militantes, puede
llegar, a veces, a cambiar la historia. Detras de alguien que solo se
lo ve sosteniendo una bandera o una pancarta, puede esconderse una
reserva de conocimiento y capacidades que solo está esperando la
atención de quien toma decisiones, para expresarse.
Los
especuladores y arribistas tal vez sean “razas” difíciles de
extirpar de las organizaciones políticas. Pero la construcción de
un nuevo modo de conducir, con apertura permanente a quienes se
representa, deberán convertirse en la llave que los líderes de
verdad accionen para impedir la formación de esas castas de
pseudo-dirigentes, incapaces de otras actitudes que la genuflexión o
la traición.
La
existencia de los medios de comunicación masivos, de las redes
informáticas, pueden convertirse, si la decisión está, en las
herramientas ideales para acercarse a los militantes que desean
colaborar en la construcción de una sociedad mejor, donde las ideas
circulen y se realimenten de la experiencia diaria de una sociedad
que es, en definitiva, el suelo abonado de donde surgen los
verdaderos líderes populares, esos que sean capaces de cambiar la
vida y la historia, poniendo los dos oídos para escuchar al Pueblo.
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