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A
estar por las declaraciones del pertinaz vacacionante que oficia de
presidente, habrá que “acostumbrarse” a las inundaciones. Así
lo ha dictaminado, con su particular visión estratégica y su
absoluto desconocimiento de la realidad que, ante el asombro de los
más despiertos, es su mayor “virtud” electoralista. La
ignorancia y la brutalidad elavadas al rango de respaldo del éxito
politiquero, hacen que se terminen por ver como “naturales” los
dramas ambientales provocados por los sectores que solo buscan la
renta fácil y rápida, postergando para nunca el derrame de
beneficios que saben imposibles.
Las
advertencias convertidas en realidad, no alcanzaron. Las
demostraciones de violencias acuáticas permanentes no sirven más
que para culpar a los que llaman, descaradamente, “lluvias
extraordinarias”, como si fueran actos provenientes de algunas
malas decisiones divinas. Achacar a otros las responsabilidades
propias, forma parte del sistema dominante, método insustituíble
para mantener las razones alejadas de la verdad que grita el
ambiente, ante un auditorio de millones de sordos.
Las
explicaciones científicas son negadas con la desvergüenza de los
que se saben dueños del Poder. La visión de planicies ilimitadas
cubiertas de agua, en los mismos lugares donde hasta no hace
demasiado había raíces profundas de árboles añosos que se
tragaban el agua de las lluvias, no parece hacer mella en las
conciencias tamizadas por los porotos de soja. Nada parece ser más
importante que las ganancias inmediatas, a sabiendas del final mortal
de semejantes rapiñas.
El
agua va ocupando el territorio con la rapidez que le permite el
avance de las topadoras, talando y quemando siglos del oxígeno
salvador de nuestras vidas. Detrás vienen los “pool” de siembra,
los “feed lot” donde se fabrican animales con hormonas, los
rastreros cómplices de universidades vendidas al agronegocio
maloliente, los ministros de agricultura salidos de las mismas filas
de los miserables asesinos de la tierra.
Todo
se conjuga para el placer del imperio arrasador del Planeta,
alimentando la maquinaria obscena de la acumulación infinita a costa
de pobrezas multiplicadas por miles de millones de impávidos
espectadores de una vida que no es, de un tránsito por existencias
sin destinos de mínimas justicias.
La
Pachamama arrasada reacciona con la furia imprescindible, pero sin
despertar, todavía, la rebelión de los inundados. Hundidos
doblemente, en el agua y en la miseria, aún así retardan la
necesaria sublevación ante el drama cotidiano convertido en “curioso
fenómeno natural”. La argamasa de falsedades y de historias mal
contadas, ha hecho añicos las esperanzas de un Pueblo torturado con
fantasmas de pasados generosos mostrados como sueños imposibles.
Se
está tocando fondo, suenan las alertas de lluvias de interminables
dolores, se preanuncian avatares de peores consecuencias en el clima
enrarecido por mentiras programadas para la continuidad oligárquica.
Cabe proponer, entonces, la construcción de un dique fabuloso, que
pueda contener todas las corrientes, capaz de arrancar de cuajo las
mentiras y las traiciones, deteniendo para siempre el avance de tanta
destrucción elaborada por estos criminales del ambiente, genocidas
de saco y corbata, creyentes de su eternidad hasta el momento en que
el agua les llegue al cuello.
Allí
se convertirán, simplemente, en alimento de una Madre Tierra que les
cobrará todo el latrocinio, en manos de un Pueblo que ahora sí
sabrá conducir las aguas por canales de esperanzas, haciendo renacer
de las raíces quemadas, los nuevos montes de un futuro tan justo
como necesario.
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