lunes, 28 de enero de 2019

EL DIQUE

Imagen de "Salta Entre Líneas"
Por Roberto Marra 
A estar por las declaraciones del pertinaz vacacionante que oficia de presidente, habrá que “acostumbrarse” a las inundaciones. Así lo ha dictaminado, con su particular visión estratégica y su absoluto desconocimiento de la realidad que, ante el asombro de los más despiertos, es su mayor “virtud” electoralista. La ignorancia y la brutalidad elavadas al rango de respaldo del éxito politiquero, hacen que se terminen por ver como “naturales” los dramas ambientales provocados por los sectores que solo buscan la renta fácil y rápida, postergando para nunca el derrame de beneficios que saben imposibles.
Se contabilizan, desde el inicio del Proceso (el de 1976, no el actual), el desmonte de nueve millones de hectáreas de bosques. Eso sí, con la “satisfacción” de haberse logrado un aumento exponencial de la producción agraria, dependiente del sistema de cultivo de características industriales basado en transgénicos y agroquímicos. Muchos más millones, pero de dólares, son los que vienen recaudando los pocos ganadores de semejante holocausto ambiental, a quienes acompañan las transnacionales exportadoras y los inefables medios vendedores de humos y falsos líderes.
Las advertencias convertidas en realidad, no alcanzaron. Las demostraciones de violencias acuáticas permanentes no sirven más que para culpar a los que llaman, descaradamente, “lluvias extraordinarias”, como si fueran actos provenientes de algunas malas decisiones divinas. Achacar a otros las responsabilidades propias, forma parte del sistema dominante, método insustituíble para mantener las razones alejadas de la verdad que grita el ambiente, ante un auditorio de millones de sordos.
Las explicaciones científicas son negadas con la desvergüenza de los que se saben dueños del Poder. La visión de planicies ilimitadas cubiertas de agua, en los mismos lugares donde hasta no hace demasiado había raíces profundas de árboles añosos que se tragaban el agua de las lluvias, no parece hacer mella en las conciencias tamizadas por los porotos de soja. Nada parece ser más importante que las ganancias inmediatas, a sabiendas del final mortal de semejantes rapiñas.
El agua va ocupando el territorio con la rapidez que le permite el avance de las topadoras, talando y quemando siglos del oxígeno salvador de nuestras vidas. Detrás vienen los “pool” de siembra, los “feed lot” donde se fabrican animales con hormonas, los rastreros cómplices de universidades vendidas al agronegocio maloliente, los ministros de agricultura salidos de las mismas filas de los miserables asesinos de la tierra.
Todo se conjuga para el placer del imperio arrasador del Planeta, alimentando la maquinaria obscena de la acumulación infinita a costa de pobrezas multiplicadas por miles de millones de impávidos espectadores de una vida que no es, de un tránsito por existencias sin destinos de mínimas justicias.
La Pachamama arrasada reacciona con la furia imprescindible, pero sin despertar, todavía, la rebelión de los inundados. Hundidos doblemente, en el agua y en la miseria, aún así retardan la necesaria sublevación ante el drama cotidiano convertido en “curioso fenómeno natural”. La argamasa de falsedades y de historias mal contadas, ha hecho añicos las esperanzas de un Pueblo torturado con fantasmas de pasados generosos mostrados como sueños imposibles.
Se está tocando fondo, suenan las alertas de lluvias de interminables dolores, se preanuncian avatares de peores consecuencias en el clima enrarecido por mentiras programadas para la continuidad oligárquica. Cabe proponer, entonces, la construcción de un dique fabuloso, que pueda contener todas las corrientes, capaz de arrancar de cuajo las mentiras y las traiciones, deteniendo para siempre el avance de tanta destrucción elaborada por estos criminales del ambiente, genocidas de saco y corbata, creyentes de su eternidad hasta el momento en que el agua les llegue al cuello.
Allí se convertirán, simplemente, en alimento de una Madre Tierra que les cobrará todo el latrocinio, en manos de un Pueblo que ahora sí sabrá conducir las aguas por canales de esperanzas, haciendo renacer de las raíces quemadas, los nuevos montes de un futuro tan justo como necesario.

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