martes, 22 de enero de 2019

LA HIPOCRESÍA DE LOS FALSOS OPOSITORES

Imagen de "Crónica del Noa"
Por Roberto Marra
Decir lo “políticamente correcto” forma parte del accionar de gran parte de quienes participan en política. Hablar con términos que parezcan equidistantes de las posturas que se denominan “extremas”, es una manera de pretender aparecer como ecuánime, sensato, alejado de las ideas que promuevan cambios radicales. Es como algunos pretendidos “líderes” (esos que no lideran a nadie) intentan atraer a las masas atontadas con venenos antipolíticos, que se inyectan a cada minuto desde la multitud de medios hegemónicos, donde las obscenidades del Poder se muestran con la alegría propia de los lacayos, y las manifestaciones en contrario son denostadas y aplastadas por las mentiras presentadas como revelaciones divinas.
En ese marco y con esas características, siguen las andanzas de quienes se creen llamados por la “providencia” para “conducir los destinos de la Nación”. Personajes de escasas capacidades intelectuales y peores morales, actúan sus histriónicas paradas ante cámaras y micrófonos con el desparpajo de los aventureros, aunque sin sus audacias.
Con frases armadas por especialistas en márketing, con el descaro de quienes ven sus propios desvíos ideológicos como necesidades para alcanzar los cargos que les aseguren el candelero mediático, se pasean por el territorio acariciando niños y ancianos, visitando pobreríos que ayudaron a surgir, alimentando todavía más los odios que desde el Poder supieron instalar en los otrora beneficiarios del Estado, hoy convertidos en masa informe reducida al esclavismo disimulado con promesas de los famosos derrames de fortunas imposibles.
Gritan los llamados a la unidad, se reúnen con otros personajes de su misma laya para elucubrar fantasías de imaginarios “frentes opositores”, al tiempo que muestran sus garras de soberbios embusteros cuando ponen como límite a sus armados electorales al “populismo” que los supo contener hasta no hace demasiado.
Saben generar también figuras de “economistas” de aparentes probidades intelectuales y límpidas honestidades, las ensalzan y acarician con sus opiniones, para elevarlas en la consideración pública y atrapar más inocentes embobados con sus discursos vacíos de realidad y repletos de obsecuencias a los poderosos.
Se molestan cuando se les enrostran verdades del pasado, se enojan para tapar sus culpas evidentes, se enervan con los periodistas que se atrevan a poner en duda sus opciones politiqueras, sabedores de la falta de honestidad de sus posturas actuales y del olvido conveniente para sus intereses de lo dicho en otros tiempos.
Juegan con lo que no tiene remedio, porque no tienen escrúpulos a la hora de agarrarse del pasamanos del Poder. Conscientes del resultado de sus acciones, avanzan contra el Pueblo y sus necesidades, atravesándolos con la espada de las mentiras con el único objetivo de servir a sus amos y servirse de los engañados con sus sonrisas de cartón. Lo que sea por evitar que la verdad acumulada tras las rejas de la injusticia programada, despierte la imprescindible ira popular y termine con el dominio de los perversos vaciadores de las instituciones del Estado.
Si triunfaran, habrán de avisarnos que encontraron tales condiciones que deberemos hacer más sacrificios, tras lo cual profundizarán la asqueante entrega de la soberanía y la independencia que hasta ahora acompañaron con tanto placer lacayo. Si fracasaran, serían los primeros artilleros de los enemigos imperiales, vomitando sus improperios serviles contra quienes se atrevan a remontar el oprobio del sometimiento con la imprescindible justicia social desaparecida con sus hipócritas ayudas.
En algunos años, sus nombres serán olvidados. Sus pasos por la historia se reducirán al oscuro perfil de los traidores, ofídicos rastreros sin talento para otra cosa que la mentira dictada por sus patrones ideológicos. En la tumba del olvido, estarán junto a tantos engreídos de otros tiempos, aplastados por el triunfo popular que estos impostores nunca podrán impedir.

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