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Por
Roberto Marra
La
docilidad es la virtud de los perritos falderos. Fáciles de llevar
de un lado a otro, livianos y pequeños, se prestan para el manejo de
sus amos, quienes pueden gozar de sus compañías casi sin que nunca
se retoben a lo que se les trate de imponer. Se entregan a los juegos
y siguen a donde vayan a su dueños, quienes les darán órdenes que
satisfagan sus deseos, sabedores de la respuesta segura de estos
animalitos.
Obsecuentes
hasta el paroxismo, incluso se adelantarán a los pedidos del amo,
corriendo presurosos a colocar su piedra en el camino de los sueños
populares de aquí y de más allá. Así han actuado desde tiempos
inmemoriales estos patanes sin escrúpulos, sometidos ante los
fuertes y arrogantes frente a los débiles, que lo están por la
acción de ellos mismos y otros símiles de la oligarquía nativa a
la que también sirven con fruición.
Entonces,
Venezuela se les cruza en su camino de chupamedísticas comedias
políticas. A su juego de “obediencias debidas” les han llamado,
respondiendo tan rápido como un rayo, escupiendo sus horrendos
vituperios hacia el pueblo de aquel País, representado por un
gobierno cuya dignidad no podrán entender jamás, acostumbrados como
están a servir al poderoso a como dé lugar.
Visitantes
asiduos de la embajada de los asesinos del Planeta, conocen antes que
nadie los planes de los invasores de conciencias y territorios. Sin
que se les tenga que repetir la solicitud, con la docilidad de los
domesticados con las prebendas de pequeños poderes locales,
anticipan sus opiniones sobre lo que ni siquiera les interesa y,
menos aún, conocen. Comunican sus posturas miserables como si fueran
importantes estadistas, tratando de ocultar sus tristes papeles de
bufones de los reyes del Mundo.
Como
ellos, periodistas y opinólogos de toda laya también adelantan sus
oposiciones al gobierno chavista. Siempre con la palabra democracia a
flor de labios, habrán de elucubrar escenarios futuros que, no por
casualidad, son los mismos que elaboran desde las agencias noticiosas
del imperio. Incluso quienes suelen tener actitudes de mayor
acercamiento a la realidad antes de opinar, apuran sus “convicciones”
imbuídas de dudas sobre la legitimidad de un gobierno reafirmado con
veinticinco elecciones en diecinueve años.
Pero
la frutilla del postre de la indignidad continental la colocan
algunos integrantes del movimiento político popular más importante
de Argentina. Miembros del propio peronismo también lanzan sus
piedras para lapidar ese extraordinario proceso revolucionario.
Obnubilados por la necesidad de captar votos del mediopelo para las
próximas elecciones, olvidan que fue el mismísimo Hugo Chávez
quien se proclamaba “peronista”. Ignoran que Maduro hizo lo
mismo, por comprensión histórica del movimiento popular más
importante del siglo XX en Nuestra América.
Mientras
tanto, movileros ignorantes absolutos de la realidad, reportean a los
felices idiotas que creen cercano el fin de la “dictadura
chavista”. Le dan voz a los enemigos de la Patria Grande
representado por esos imbéciles tilingos escapados de la voluntad
popular de los auténticos venezolanos, que intentan construir una
sociedad donde la justicia social sea el eje sobre el que se asiente
la soberanía que tratan de robarles.
Contra
esos “perritos falderos”, contra esos lamebotas sin remedio,
contra toda la maldad ejercida por las hambreadores apoderados del
gobierno en nuestro País, deberán alzarse las voces y los brazos de
quienes se consideren, de verdad, herederos de las Veinte Verdades,
hijos de la auténtica Constitución popular, signatarios de un
contrato no escrito, pero vigente, donde la palabra Pueblo incluye a
los nadies convertidos en todo, donde la expresión “compañero”
expresa mucho más que compañía. Y donde la Patria es el Otro. Y el
Otro, ahora, es venezolano.
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