miércoles, 9 de enero de 2019

DE HUEVOS Y GALLINAS

Imgen de "El Universal"
Por Roberto Marra
Lo del huevo y la gallina sigue siendo todo un dilema. Pero aunque nunca se termine por dilucidar que es lo primero, sí se puede tener la certeza de que nada es por generación espontánea. Todo necesita siempre de un proceso, a veces lento, a veces más rápido, pero inevitablemente serán precisos desarrollos de ciertas complejidades para que los objetivos que se buscan, puedan concretarse. Y, lo más importante, con el sentido que se los requiere.
Las actitudes frente a estas disyuntivas suelen ser, en política, determinantes de las probabilidades de lograr o nó alcanzar las metas pretendidas. Claro que primero debieran ser especificadas, con claridad, esas metas. Son esas finalidades las que permiten conocer las orientaciones ideológicas de quienes las proponen, despejando, cuando se expresan con claridad, las dudas de quienes buscan la representación de sus necesidades e intereses a través de personas honestas y capaces.
Sin embargo, no alcanzan solo la enumeración de metas pretendidas y las buenas intenciones de los líderes. La misión que se pretenda realizar necesitará de una descripción más certera de los pasos a seguir para el logro de los ansiados objetivos sociales propuestos. Eso es lo que suele llamarse “Programa”, especie de relato de especificidades relativas a cada una de las metas, lo que hará posible la comprensión más clara por parte del Pueblo, elevará la conciencia de las dificultades implicadas en los caminos elegidos para hacer realidad el conjunto de propósitos y podrá asegurar el mantenimiento de las líneas planificadas.
Pero a pesar de la relevancia de contar con un Programa, falta un paso más para contar con mayores certidumbres, con datos más precisos para transitar el duro camino de la reconstrucción política, económica y social que es imprescindible ofrecer como salida a las situaciones tan ominosas como las generadas por los gobiernos oligárquicos como el que estamos sufriendo por estos tiempos. Y ese paso es conocer “cómo” se hará.
Porque no basta saber las grandes metas, ni la enumeración de objetivos específicos que un programa de gobierno trae consigo. Es preciso definir, con la mayor seguridad que el conocimiento otorgue, las formas y características de los procesos que habrán de llevarse a cabo para el logro de tales intenciones. Deberá contemplarse allí no solo los aspectos positivos, sino las alternativas con las que se podrán contar ante las dificultades que se puedan anticipar como probables respuestas del Poder, absolutamente reacio a aceptar nunca el retroceso de sus intereses.
Metas y objetivos firmes, Programa concreto y desarrollo de las especificaciones para su aplicación. Pero, ¿quiénes lo harán? ¿sólo los líderes y algunos iluminados que los acompañen? Todo indica que, para evitar las eternas caídas finales de los gobiernos populares en una espiral de errores y desvíos, la participación militante de los ciudadanos comprometidos y conscientes debe ser primordial. Las características de los procesos que estos gobiernos tienen son muy complicados, derivados de las muy complejas relaciones de poder intra-social (si se quiere, se puede llamar lucha de clases), lo que va a determinar en el futuro su desarrollo virtuoso o vicioso.
Y hablando de huevos y gallinas, queda un tema que todo lo abarca, que resulta del intrincado inicio y más complejo desenlace. Es la cuestión de la Unidad, proceso al que se llama con marcada vehemencia, las más de las veces con particular hipocresía, para tratar de solventar incapacidades de captación de las voluntades mayoritarias por parte de líderes que no lideran a nadie. Los egoísmos entran a tallar en esos momentos de necesarias decisiones, provocando idas y vueltas, reclamos de autoridades que no se tienen, provocando rupturas y desalientos del auténtico destinatario de cualquier acción política: el Pueblo.
Difícil obligar a pensar a todos por igual, respecto a qué va primero, si la unidad, el líder o el programa. Lo que ya no debiera dudarse es el involucramiento imprescindible de las mayorías, la participación concreta y planificada de la militancia en cada paso que se dé, en la determinación de las metas y objetivos, en el desarrollo de los pasos específicos que deberán darse para sus logros y en las formas de defensa de lo alcanzado. No existe manera más clara y transparente de hacer realidad los sueños populares, que los pueblos organizados. Con liderazgos honestos, por supuesto, pero con la convicción ineluctable de quiénes son la carne viva de la Patria, los auténticos constructores de sus cimientos.

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